Las represiones sociales, las migraciones, el crecimiento poblacional, la generación de nuevas barriadas que circundaban los cerros, la vida mugrienta y el establecimiento de burdeles apestosos a perfumes y a alcohol rancio a orillas del mar, hacen que el Chimbote de la pujanza y del añoro sea un conglomerado temático, un lugar inspirado en la más estoica vulgaridad que ya estaba caracterizando a este lugar allá por los años setenta o los deliciosos años del boom de la pesca y el acero.
La marginalidad y la pobreza no solo en esta ciudad suelen ser temas en los cuales la narrativa actual va ahondando al punto de lograr textos de índole sociológico. Aquí la narrativa va jugando uno de los papeles más consecuentes dentro de la literatura, ya que esta recrea como guía al lector hacia un mundo no muy ajeno a su realidad. Es, pues, que un grupo de escritores, entre reconocidos y nuevos valores, han sido reunidos con el designio de ser ellos quienes vayan guiando a la nueva masa de muchedumbre hacia un camino que hasta el momento iba siendo esquivo producto de la moralidad clerical y de la claustrofóbica idea de que lo mundano es cien por ciento malo, cayendo de esta forma en el error e ignorancia de que ello demanda. El principal propósito de la antología La santa cede: Del Copacabana a Tres cabezas (Río Santa, 2008) es mostrar que la sensualidad dentro de la sociedad vaya tejiendo nuevas redes para entender al mundo que habitamos y en el cual nos desarrollamos como entes de formación en una nueva humanidad.
Con esta intención sale a la luz, con más de diez cuentos de temática erótica y un fragmento de El zorro de arriba y el zorro de abajo de José María Arguedas como introducción, La santa cede, que llegó para ser el eslabón que necesitaba la literatura nacional para poder mostrar rasgos marginales de una sociedad impura como la nuestra.
Esta muestra, cuya edición realizada por los escritores Jaime Guzmán y Augusto Rubio, nos muestra desde un punto de vista sociológico la realidad mundana de un puerto a medio andar. Un puerto invadido por los mundanales que despedían fuertes olores de perfumes baratos y un arrechismo por sus mujeres deformes y algunas esculturales.
Si bien los cuentos y relatos de La santa cede esquivan la moral literaria, estos no llegan a caer en la vulgaridad. Aquí lo grotesco, mundano, irónico, ingenuo y pícaro termina por anclar (como diría Oswaldo Reynoso) en serios enredos sexuales. La experimentación narratológica de estos enredos hacen que los antologados jueguen con estructuras propias; siendo originales y terminando por liberar sus demonios burdelescos, que muy dentro de ellos les estorbada su alma de hedonistas impacientes.
El libro no solo muestra sexo, sino que también trata de revelar el lado oculto de personajes urbanos, intelectuales y sensualistas sin reparo. A esto también le uniremos la literatura homosexual. Algunos relatos dentro del libro nos muestran la curiosidad de indagar en el mundo en el cual viven inmersos estos personajes que aquí no son marginados ni presos de la homofobia, sino que se trata de inquirir dentro de su psicología como personaje especial. Así también, tenemos algunos relatos que juegan con la mitología filosófica, dejando un letargo del deseo de los dioses por el sexo.
La marginalidad y la pobreza no solo en esta ciudad suelen ser temas en los cuales la narrativa actual va ahondando al punto de lograr textos de índole sociológico. Aquí la narrativa va jugando uno de los papeles más consecuentes dentro de la literatura, ya que esta recrea como guía al lector hacia un mundo no muy ajeno a su realidad. Es, pues, que un grupo de escritores, entre reconocidos y nuevos valores, han sido reunidos con el designio de ser ellos quienes vayan guiando a la nueva masa de muchedumbre hacia un camino que hasta el momento iba siendo esquivo producto de la moralidad clerical y de la claustrofóbica idea de que lo mundano es cien por ciento malo, cayendo de esta forma en el error e ignorancia de que ello demanda. El principal propósito de la antología La santa cede: Del Copacabana a Tres cabezas (Río Santa, 2008) es mostrar que la sensualidad dentro de la sociedad vaya tejiendo nuevas redes para entender al mundo que habitamos y en el cual nos desarrollamos como entes de formación en una nueva humanidad.
Con esta intención sale a la luz, con más de diez cuentos de temática erótica y un fragmento de El zorro de arriba y el zorro de abajo de José María Arguedas como introducción, La santa cede, que llegó para ser el eslabón que necesitaba la literatura nacional para poder mostrar rasgos marginales de una sociedad impura como la nuestra.
Esta muestra, cuya edición realizada por los escritores Jaime Guzmán y Augusto Rubio, nos muestra desde un punto de vista sociológico la realidad mundana de un puerto a medio andar. Un puerto invadido por los mundanales que despedían fuertes olores de perfumes baratos y un arrechismo por sus mujeres deformes y algunas esculturales.
Si bien los cuentos y relatos de La santa cede esquivan la moral literaria, estos no llegan a caer en la vulgaridad. Aquí lo grotesco, mundano, irónico, ingenuo y pícaro termina por anclar (como diría Oswaldo Reynoso) en serios enredos sexuales. La experimentación narratológica de estos enredos hacen que los antologados jueguen con estructuras propias; siendo originales y terminando por liberar sus demonios burdelescos, que muy dentro de ellos les estorbada su alma de hedonistas impacientes.
El libro no solo muestra sexo, sino que también trata de revelar el lado oculto de personajes urbanos, intelectuales y sensualistas sin reparo. A esto también le uniremos la literatura homosexual. Algunos relatos dentro del libro nos muestran la curiosidad de indagar en el mundo en el cual viven inmersos estos personajes que aquí no son marginados ni presos de la homofobia, sino que se trata de inquirir dentro de su psicología como personaje especial. Así también, tenemos algunos relatos que juegan con la mitología filosófica, dejando un letargo del deseo de los dioses por el sexo.
La mezcla de la bipolaridad de mundos no dispersos, hace que La santa cede sea un libro exclusivo, apto para todo tipo de lector que no tema que algún relato le haga sentirse como un marginal o un parroquiano pícaro o ingenuo dentro de uno de esos burdeles infectados de incienso y perfume barato.
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