Resulta que un día estábamos platicando sobre la manera en que los mexicanos somos tan dados a recibir, muy amablemente, lo que se produce en el extranjero: alimentos, ropa, accesorios de uso cotidiano como ipods y computadoras, películas, música, exposiciones, literatura, etcétera. Por supuesto no es nuestra intención dejar de consumir lo que nos guste de todo ello y mucho menos hacernos una capa con la bandera mexicana y enarbolarnos el cuerpo de nacionalismos férreos. En realidad lo que ocurrió fue que nos preguntamos: ¿Y la producción mexicana, a dónde llega, quién la compra, quién la pide, quién la necesita?
Particularmente en las cuestiones literarias —que son nuestras prioridades puesto que a ellas nos dedicamos en tanto que creadores, lectores, investigadores y difusores— nos preguntamos: ¿A quién influye o ha influenciado un autor, una corriente, un movimiento, una propuesta literaria mexicana en el extranjero? Porque una cosa es, nos respondimos, que algunos escritores extranjeros mencionen en algún prólogo, artículo o entrevista a Octavio Paz, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco, Amado Nervo y Sor Juana; pero de ahí a que alguien haya aceptado alguna vez que ha leído, no un poema o una novela de los autores mexicanos “más reconocidos”, sino por lo menos la mayor parte de su obra y que ello les haya influenciado de alguna manera en su trabajo creativo, no tenemos noticias o registros.
Y curiosamente, los escritores mexicanos no se cansan de enlistar a los extranjeros de distintos países, épocas y corrientes literarias. A ellos les dedican estudios académicos, ensayos, artículos, reseñas e incluso hacen traducciones de su obra. Aquí es donde cabe volverse a preguntar: ¿y de los mexicanos, cuándo, cómo, en dónde, quién, se ha afanado de la misma manera? Por supuesto que ha habido encuentros internacionales de poesía; intercambios promocionales/literarios en el sentido de “yo te publico y tú me publicas en tu revista o en una antología”; ferias de libro en el extranjero donde se dan a conocer las “novedades literarias de los autores más renombrados en México”; pero, un diálogo verdadero, a fondo, creemos que no se ha dado.
¿Y por qué?, nos volvemos a preguntar. Pues porque, para empezar, quizá los escritores y estudiosos extranjeros no encuentran en México una “oferta” literaria que valga la pena de estudiarse, no se diga ya leerse, lo cual no debería sorprendernos si tomamos en cuenta que nuestro país —tal vez sin que lo notemos de manera consciente— se ha forjado a partir del reciclaje y de la reproducción de modelos económicos, políticos, culturales y artísticos de otros países.
Esto no tendría que ser terrible si hubiera una retroalimentación equilibrada de lo que se importa y se exporta, esto es, que así como en México el mercado editorial está abierto a autores y editoriales extranjeras, ocurriera un exacto viceversa. El problema es, y volvemos a la literatura, que la poesía y la narrativa mexicana (por mencionar sólo los géneros más “populares”) se han impregnado tanto de influencias extranjeras, que hasta el día de hoy no se ha registrado una propuesta estética literaria lo suficientemente fuerte, capaz de ser un referente más allá de las visiones circunstanciales —todo aquello que testimonia un momento histórico / social específico—; institucionales —todo aquello que se enlista en alguna de las nóminas de los grupos que se distribuyen el poder y los erarios públicos—; mediáticas —todo aquello que se muestra como “lo más representativo de México a nivel internacional”— y alternativas —todo aquello que se produce de manera autogestiva y se distribuye de mano en mano, en el mercado underground o en donde se les permite previo acuerdo—. En este caso la producción literaria es, en cantidad, igual o mayor a la institucionalizada, pero en ocasiones se vuelve repetitiva en el afán de dejar en claro su marginalidad, y difícilmente plantea una propuesta estética concreta.
Entonces, volvimos a preguntarnos, ¿qué ha pasado con los creadores de la literatura mexicana; por qué en la historia literaria hay un punto de fuga en el que los movimientos que trataban de surgir y plantear alguna estrategia esquemática distinta en el siglo XX no lograron tomar fuerza y cimentarse (pero no para instituirse permanentemente, sino para dar paso a su natural transformación / derivación / oposición); por qué, cuando la década de los setenta parecía ir marcando un buen camino en cuanto a pluralidad de propuestas estéticas en diversas disciplinas artísticas, de pronto hubo un tope, una especie de pausa, como un cohete que se arrepiente de culminar en explosión (como si alguien se hubiera dado cuenta de que la pluralidad es muy difícil de controlar y más vale jalar la cuerda y engavetar bajo llave todo lo relativo al concepto propositivo)? ¿Por qué seguir permitiendo que se avale la homogeneización, los métodos y modos a seguir, los cánones oficiales, el reciclaje?
Marco ya había planteado, en dos textos, gran parte de estas cuestiones (“Por una poesía evolucionaria” y “Poética de la inconexión”); sin embargo, quienes se interesaron por el tema y lo apoyaron diciendo que había que escribir y platicar mucho sobre ello, nos fueron dando pauta para que esta mesa surgiera, pues una de las opiniones constantes era: “el problema con los escritores y estudiosos es que no se dejan cuestionar, o se niegan a responder”.
Y tantas preguntas no pueden contestarse entre dos personas que comparten experiencias, críticas y visiones al respecto. Por ello decidimos abrir un diálogo con creadores, investigadores y comunicadores que tienen en común la diversidad de sus perspectivas. Y aceptamos la iniciativa de uno de ellos, Ángel Carlos, de que la discusión y el cuestionamiento se hiciera en la mesa de la casa, de forma tan natural como estábamos discutiendo sobre varios temas aquella tarde, pues no sería necesario un mantel de paño verde ni un señalador con nuestros nombres y mucho menos estar sobre un estrado para hablar, preguntar, escuchar, encontrar puntos en común y divergencias; proponer.
Finalmente, ¿por qué Alterada? No es que estemos planeando discutir a tal punto que todo derive en una gran pelea argumentativa. No. Lo que queremos es darle su lugar a la alteración en el sentido de búsqueda de un diálogo libre de prejuicios, inteligente, sin agresiones pero capaz de defender sus puntos de vista sin temor a ser reprimido.
Alterada, porque es necesario dar un salto de página y alterar, en el sentido creativo, crítico y de estudio, a la literatura mexicana y a todo el aparato que la rodea y de distintas maneras la manipula.
Particularmente en las cuestiones literarias —que son nuestras prioridades puesto que a ellas nos dedicamos en tanto que creadores, lectores, investigadores y difusores— nos preguntamos: ¿A quién influye o ha influenciado un autor, una corriente, un movimiento, una propuesta literaria mexicana en el extranjero? Porque una cosa es, nos respondimos, que algunos escritores extranjeros mencionen en algún prólogo, artículo o entrevista a Octavio Paz, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco, Amado Nervo y Sor Juana; pero de ahí a que alguien haya aceptado alguna vez que ha leído, no un poema o una novela de los autores mexicanos “más reconocidos”, sino por lo menos la mayor parte de su obra y que ello les haya influenciado de alguna manera en su trabajo creativo, no tenemos noticias o registros.
Y curiosamente, los escritores mexicanos no se cansan de enlistar a los extranjeros de distintos países, épocas y corrientes literarias. A ellos les dedican estudios académicos, ensayos, artículos, reseñas e incluso hacen traducciones de su obra. Aquí es donde cabe volverse a preguntar: ¿y de los mexicanos, cuándo, cómo, en dónde, quién, se ha afanado de la misma manera? Por supuesto que ha habido encuentros internacionales de poesía; intercambios promocionales/literarios en el sentido de “yo te publico y tú me publicas en tu revista o en una antología”; ferias de libro en el extranjero donde se dan a conocer las “novedades literarias de los autores más renombrados en México”; pero, un diálogo verdadero, a fondo, creemos que no se ha dado.
¿Y por qué?, nos volvemos a preguntar. Pues porque, para empezar, quizá los escritores y estudiosos extranjeros no encuentran en México una “oferta” literaria que valga la pena de estudiarse, no se diga ya leerse, lo cual no debería sorprendernos si tomamos en cuenta que nuestro país —tal vez sin que lo notemos de manera consciente— se ha forjado a partir del reciclaje y de la reproducción de modelos económicos, políticos, culturales y artísticos de otros países.
Esto no tendría que ser terrible si hubiera una retroalimentación equilibrada de lo que se importa y se exporta, esto es, que así como en México el mercado editorial está abierto a autores y editoriales extranjeras, ocurriera un exacto viceversa. El problema es, y volvemos a la literatura, que la poesía y la narrativa mexicana (por mencionar sólo los géneros más “populares”) se han impregnado tanto de influencias extranjeras, que hasta el día de hoy no se ha registrado una propuesta estética literaria lo suficientemente fuerte, capaz de ser un referente más allá de las visiones circunstanciales —todo aquello que testimonia un momento histórico / social específico—; institucionales —todo aquello que se enlista en alguna de las nóminas de los grupos que se distribuyen el poder y los erarios públicos—; mediáticas —todo aquello que se muestra como “lo más representativo de México a nivel internacional”— y alternativas —todo aquello que se produce de manera autogestiva y se distribuye de mano en mano, en el mercado underground o en donde se les permite previo acuerdo—. En este caso la producción literaria es, en cantidad, igual o mayor a la institucionalizada, pero en ocasiones se vuelve repetitiva en el afán de dejar en claro su marginalidad, y difícilmente plantea una propuesta estética concreta.
Entonces, volvimos a preguntarnos, ¿qué ha pasado con los creadores de la literatura mexicana; por qué en la historia literaria hay un punto de fuga en el que los movimientos que trataban de surgir y plantear alguna estrategia esquemática distinta en el siglo XX no lograron tomar fuerza y cimentarse (pero no para instituirse permanentemente, sino para dar paso a su natural transformación / derivación / oposición); por qué, cuando la década de los setenta parecía ir marcando un buen camino en cuanto a pluralidad de propuestas estéticas en diversas disciplinas artísticas, de pronto hubo un tope, una especie de pausa, como un cohete que se arrepiente de culminar en explosión (como si alguien se hubiera dado cuenta de que la pluralidad es muy difícil de controlar y más vale jalar la cuerda y engavetar bajo llave todo lo relativo al concepto propositivo)? ¿Por qué seguir permitiendo que se avale la homogeneización, los métodos y modos a seguir, los cánones oficiales, el reciclaje?
Marco ya había planteado, en dos textos, gran parte de estas cuestiones (“Por una poesía evolucionaria” y “Poética de la inconexión”); sin embargo, quienes se interesaron por el tema y lo apoyaron diciendo que había que escribir y platicar mucho sobre ello, nos fueron dando pauta para que esta mesa surgiera, pues una de las opiniones constantes era: “el problema con los escritores y estudiosos es que no se dejan cuestionar, o se niegan a responder”.
Y tantas preguntas no pueden contestarse entre dos personas que comparten experiencias, críticas y visiones al respecto. Por ello decidimos abrir un diálogo con creadores, investigadores y comunicadores que tienen en común la diversidad de sus perspectivas. Y aceptamos la iniciativa de uno de ellos, Ángel Carlos, de que la discusión y el cuestionamiento se hiciera en la mesa de la casa, de forma tan natural como estábamos discutiendo sobre varios temas aquella tarde, pues no sería necesario un mantel de paño verde ni un señalador con nuestros nombres y mucho menos estar sobre un estrado para hablar, preguntar, escuchar, encontrar puntos en común y divergencias; proponer.
Finalmente, ¿por qué Alterada? No es que estemos planeando discutir a tal punto que todo derive en una gran pelea argumentativa. No. Lo que queremos es darle su lugar a la alteración en el sentido de búsqueda de un diálogo libre de prejuicios, inteligente, sin agresiones pero capaz de defender sus puntos de vista sin temor a ser reprimido.
Alterada, porque es necesario dar un salto de página y alterar, en el sentido creativo, crítico y de estudio, a la literatura mexicana y a todo el aparato que la rodea y de distintas maneras la manipula.
No hay comentarios:
Publicar un comentario