jueves, 5 de agosto de 2010

Del archivo al architexto como construcción de una identidad moderna en "Los detectives salvajes" de Roberto Bolaño. Por Paul Verde Hinojosa

A los realvisceralistas nadie les da
NADA.
R. B.


La literatura y la filosofía desarrollarán siempre conflictos muy cercanos: la visión de la vida. El sentido de un personaje literario tendrá ineluctablemente una intención y, por tanto, una ideología (entendida finalmente como un tipo de filosofía). En este caso, la filosofía ayudará a dar una perspectiva sobre cómo un personaje literario, Juan García Madero, representa al pensamiento actual y en qué sentido propone no una solución, ni mucho menos una problematización, sino mostrar, desde la crisis misma de su pensamiento (propio de nuestro tiempo), nuestro pensamiento y solución. Es decir, cómo construye su identidad, qué direcciones tiene, por qué el sentido del vacío llena la mayor parte de sus acciones o aptitudes; y cómo la poesía es el exacto medio no para vivir, pero sí para morir trascendentemente aunque finalmente esto solo sea una utopía que al rozar con la realidad se desmitifica, se degrada y finalmente se vulgariza hasta arrastrarlo al olvido.

Este análisis parte de cómo la visión misma de la novela influye para que dicho personaje exista como tal, puesto que él habita ante todo en la novela. La naturaleza de este individuo ficcional no solo se supedita a la trama, sino también en cómo es contada.

La función de la novela, como un género inacabado (Bajtin), propone en su estructura diversos medios de expresión que a su vez no solo se encargan de lo narrado sino también en su forma de representar (parodiar) el universo que crea, por lo cual entabla un diálogo con el lector y de esta forma concibe un tipo de identidad. Estas ideas permiten apreciar la magnitud inacabada de su interpretación ya no solo como algo estéticamente propuesto, sino también desde el plano cultural. La novela de por sí problematiza al hombre y lo lleva hacia algún lado; el objeto de este trabajo es ver hacia dónde va García Madero, qué lo convierte de un adolescente que vive con sus tíos a un escritor (aunque es un poeta nunca se leen sus poemas y paradójicamente lo único percibible de ello es la forma de narrar la trama) que convive con una joven prostituta lejos de la capital.

El presente trabajo intenta dar una perspectiva sobre ello, partiendo de la novela como un depositario cultural (González Echevarría) hacia una dialogización de los elementos literaturizados que alberga como referenciales y comparativos (Gerard Genette) y, en ese proceso, cómo se ve configurada la identidad del ya mencionado personaje.

Algunas perspectivas de la modernidad y el sentido de la identidad en "Los detectives salvajes"
Uno de los sempiternos problemas de la sociedad es la crisis del pensamiento. A pesar de que este fenómeno se manifieste de formas distintas, el objetivo será develar de qué forma se da en nuestro tiempo y así buscar alternativas que respondan estas insoslayables coyunturas.

Tal es el caso de la modernidad que, en términos de Charles Taylor, indica la existencia de un individualismo que se proyecta como un grave problema de la actualidad, puesto que ello entorpece la comunicación del hombre y por lo mismo una de sus condiciones inherentemente esenciales.

En “Las fuentes del yo” hace un estudio de este problema y postula que de esta incomunicación se colige de una “ética de la inarticulación” que no busca una conexión con el otro, lo que propicia en él un achicamiento de perspectivas de la vida y por tanto aquella aspiración al bien que postula Aristóteles en “Ética a Nicómaco” es falazmente llevada. El individuo relativiza su noción de reflexión y, consecuentemente, de sí mismo.

Bolaño transporta esta crisis del pensamiento a García Madero. Es un personaje que ve solo como objeto cuestionable a la literatura, pero no a sí mismo ni al resto, él anula cualquier contacto con lo existencial y se deja llevar por las circunstancias anodinas de su recorrido por la ciudad de México; se va configurando a través de lo inmediato (el diario le da esta funcionalidad), de ahí su sensación de hastío o una apatía que palpita en él en diferentes pasajes de la novela; sin embargo, existe algo indesligable de su vida: la narratología de ella, esto se evidencia en la presencia del diario, a través de él se conoce la historia en un primer nivel ( la primera parte de la novela, Mexicanos perdidos en México 1975 y en la tercera, Los desiertos de Sonora 1976):

... apoyado en la barra, escribiendo indistintamente mi diario y algunos poemas (puedo saltar de una disciplina a otra sin ningún problema)...” (92)

...Todo el día deprimido, pero escribiendo y leyendo como una locomotora...” (97)

En estas dos citas, encontramos a un García Madero que ve la acción de escribir como algo cotidiano y además que lo acompaña en todo momento, por lo que no es una forma de desfase con la realidad, sino que a través de ella puede matizar lo que está a su alrededor, desde un punto de vista individual y parcial, su compromiso no está en la sociedad ni siquiera con él mismo, está en la escritura. Esto se evidencia ya desde las primeras páginas cuando sus tíos deciden por él para que estudie Derecho:

Yo no quería estudiar Derecho sino Letras, pero mi tío insistió y al final acabé transigiendo. Soy huérfano. Seré abogado. Eso le dije a mi tío y a mi tía y luego me encerré en mi habitación y lloré toda la noche…” (13)

Desde el inicio la resignación no forma parte de una tragedia o una debacle pero sí una forma de no transgredir u oponerse ante lo decidido. Tal actitud es una paradoja en la novela porque a pesar de ello García Madero lo abandona todo para enrumbarse en la empresa de buscar a la poeta Cesárea Tinajero, aunque esta búsqueda es algo también circunstancial por que se aúna a la persecución de Alberto el proxeneta de Rosario. Él no decide, solo se deja llevar por lo que se presenta. Entonces el aparente vacío en sus perspectivas conllevan a tomar las ideas de Lipovetsky en “La era del vacío”: “La modernidad prefiere la reflexión metafísica sobre la nada” (34). El personaje entiende de su entorno lo no pensable, pero sí escribible; esto no lo degrada en el sentido ontológico del término, la indiferencia que se desprende de ello le da otra forma de ver la vida:

La indiferencia designa una nueva conciencia, no una inconciencia, una disponibilidad, no una ¨exterioridad¨, una dispersión, no una ¨depreciación¨” (41 - 42)

Al evidenciar esto, lo que busca el autor, más que criticar una generación (que lo hace desmitificando las figuras del canon), es mostrar desde el desencanto una nueva, forma un nuevo canon literario desde esta visión decadentista de la literatura y de la vida. Es por esto que hacia la tercera parte de la novela el espacio es un desierto que puede ser tomado como una alegoría de la búsqueda misma, la figura del desierto como un espacio árido de opiniones y compromisos “un desierto paradójico, sin catástrofe, sin tragedia, ni vértigo” (35).

Ellos van hacia su gran referente poético (Cesárea Tinajero) y lo único que encuentran es una figura totalmente opuesta de lo esperado:

...Cuando llegamos habían sólo tres lavanderas. Cesárea estaba en el medio y la reconocimos de inmediato... Cesárea no tenía nada de poética. Parecía una roca o un elefante, sus nalgas eran enormes y se movían al ritmo de sus brazos, dos troncos de roble, imprimían al restregado y enjuagándole la ropa.... miré a Lima, había dejado de sonreír. Belano parpadeaba como si un grano de arena le estorbaba la visión...” (602)

La imagen de la poeta determina la esencia misma de los personajes, persiguen utopías y su desencantamiento (acompañado del humor usual sobre lo narrado) desmorona sus paradigmas y lo mismo para el lector, puesto que el principal móvil de la trama que apunta hacia ella termina con una muerte instantánea sin ningún tipo de relevancia. Los detectives salvajes llegan hacia ella trayéndole la muerte, pues es asesinada en el momento en que son encontrados por Alberto, siendo abaleada en el pecho.

La finalidad de los personajes que se enrumban en un auto hacia un rumbo acaso insospechado muestra también aquello que la Beat Generation norteamericana mostró sobre todo por Jack Kerouac: la nada no como una banalidad sino como un camino desolado propio, autónomo y auténtico. Los detectives salvajes se gestan desde su aislamiento, desde su círculo excluyente en donde la poesía no se concibe desde el academicismo (el único quien lo posee realmente es García Madero) sino en el tránsito de sus vidas, su thelos no está en la llegada hacia la meta sino en el transcurso de ella, puesto que la poesía como esencia misma de la vida solo se va construyendo asimisma a través de la experiencia, de los viajes, del desplazamiento; en consecuencia, no es un discurso del fracaso.

Tal como menciona Taylor, “los pensadores de los primeros años del siglo XX eran duchos en un problema que hoy sigue planteándose: ¿Cuál es el lugar del bien?” (482)

El filósofo canadiense nuevamente propone esta interrogante en la modernidad, para García Madero el lugar del bien no se encuentra en él mismo, ni mucho menos en los demás sino en la poesía, aunque como de costumbre nunca se sabrá aquello porque en la novela la poesía de Madero nunca se llega a conocer salvo un título, “Todos sufren”, y un comentario sobre esta “sólo me preguntó por qué utilizaba palabras malsonantes... blasfemias, groserías, tacos, insultos. Ah eso, le dije, debe ser por mi carácter” (104).

La novela de un espacio cultural (archivo) hacia un espacio dialogístico y paródico (architexto)
En términos de González Echevarría, la novela se comporta como un depositario de relatos maestros que conllevan a articular un discurso interpretable del mismo; en consecuencia, esta multiplicidad generada por las diferentes interpretaciones dará lugar no solo a una visión particular, sino a una forma de leer el relato; es decir, la lectura que se le dé al texto dependerá entre diversos factores al tiempo generacional, lo cual propicia una identidad maleable que se reactualizará como un mito que describe el origen de algo. En tal sentido, la novela funciona como un espacio cultural, pero moldeable a su interpretabilidad; sin embargo, ¿qué sucede cuando los textos literarios son negados y existe una destrucción del mismo? O ¿cuándo se es conciente que todo lo que se ha escrito es insuficiente para mostrar siquiera una cosmovisión particular? De esta manera, en “Los detectives salvajes”, estas dos preguntas predominan en los personajes principales (Juan García Madero, Arturo Belano y Ulises Lima). Ellos se sirven del archivo para destruirlo y desmitificarlo, ávidos lectores, que desde su conocimiento (acaso detectivesco) le dan un sentido particular de la tradición. Propio del estilo vanguardista ellos construyen su propio canon, fundan una forma particular de ver a la literatura y crean sus propios mitos (se aproxima al Boom latinoamericano en este aspecto; sin embargo, no toman la tradición popular de una o varias culturas, pues lo hacen a través de los escritores que funcionan como mito). Es así como perciben su propio el canon de poesía:

Ernesto San Epifanio (vicerrealista) dijo que existía literatura heterosexual, bisexual y homosexual... la poesía en cambio era absolutamente homosexual... Dentro del inmenso océano de la poesía distinguía varias corrientes: maricones, maricas, mariquitas, locas, bujarrones, mariposas, ninfos y filenos.” (83)

Desde lo humorístico crean seriamente (si cabe la relación) su propia clasificación, que pareciera más cercana a ellos, una proximidad entre escritores. Van jerarquizándolo y a la vez legitimándolo:

Pablo Neruda, un poeta marica, Wiliam Blake maricón sin asomo de duda, y Octavio Paz marica. Borges era fileno, es decir de improviso podía ser maricón y de improviso asexual. Rubén Darío, un loca, de hecho la reina y el paradigma de las locas... Debíamos remontarnos a Amado Nervo (silbidos) para hallar un poeta de verdad, es decir un poeta maricón... y en Latinoamérica, ¿Cuántos maricones verdaderos podemos encontrar? Vallejo y Martín Adán. Punto y aparte... el resto maricas tipo Huidobro...” (pág. 83 - 84)

En términos de González Echevarría, “el archivo no canoniza, porque la primera ley del archivo es una negación, un corte que organiza y dispersa” (67).

Los vicerarrealistas funcionan como depositarios de relatos maestros, es decir son archivos andantes que en primera instancia violan su primera ley, ya que su carácter fundador refleja una intención de forjar una forma distinta de ver a la literatura. Es por esto que hacen un vasto recuento de toda la poesía universal y dan su propia definición de buen poeta o poeta maricón, “los maricones... pareciera que vivan permanentemente con una estaca removiéndoles las entrañas” (85). Y desde ese marco crean su mito, “¿Y cesárea Tinajero, es una poeta maricona o marica?... Ah Cesárea tinajero es el horror ‘- dijo san Epifanio” (85).

En este sentido, las definiciones constituyen los cimientos de sus concepciones y trascienden el almacén que representan para dialogizarlo, el mito moderno revela la relación entre el conocimiento y el poder de legitimidad.

Este grupo literario, los real viceralistas, lo hacen con el propósito no sólo de mostrar una propuesta literaria (que nunca se muestra clara) sino una forma de vida; es decir, gestan esta propuesta no desde una preocupación estética, formal o temática, sino más bien vivencial, desde su propia y marginal forma de ser (fuman marihuana y la venden para obtener fondos para su revista literaria) colindan con lo sórdido e intelectual (García Madero roba libros).

La negación de la novela como archivo no es solo una eventualidad que se estanca en lo ficcional, sino que es una metáfora de una tendencia generalizada hoy en día, la visión de la nada cobra una legítima tendencia, los “detectives” nos conducen contradictoriamente hacia ninguna parte.

No obstante, desde esta configuración, la novela adquiere otro matiz que si bien como trama lleva al lector a una cruel broma en términos expectativos aristotélicos (sin una tragedia o desenlace), en la estructura misma del personaje ofrece algo más profundo que lo contado, a hipertextualidad(*), cuya función comparativa evidencia no un personaje simplón que se deja llevar por lo momentáneo como García Madero, sino como alguien que parte de su propia condición, contextualizado y desde donde genera su horizonte de expectativas. Genette nos habla sobre la noción paródica de la novela no como una visión plenamente burlesca, puesto que esta trata de travestir a los verdaderos personajes en donde lo cómico se encuentra en la antítesis entre el rango y las palabras de sus héroes (33). Y es lo que sucede a lo largo de la novela, la parodización conduce a la novela de un archivo con carácter identitario y fundacional a una representación más compleja que ella, la lleva al plano del personaje en su tiempo. En este caso, se toma elementos reales (los escritores del canon) y lo transportan a la ficción, y, en este nivel, se gesta una aptitud para con la literatura y para con la vida. Asimismo, propone al lector una mirada distinta de lo que seguramente él tomaba de una forma tradicionalmente aceptada (tal es el caso de Cesárea Tinajero que rompe con los parámetros tanto del lector como de los personajes). “Los detectives salvajes” funciona como un hipertexto al momento de juntar la historia de la literatura para forjar la suya dentro de la misma trama, entablando una participación acaso más activa con el lector puesto que este al encontrar estas referencias se siente también un tipo de detective. Esto ya se había visto en Borges, aspecto también trabajado por González Echevarría, sin embargo a diferencia del escritor argentino (que también es mencionado en la novela) el humor esparcido en la novela le quita el aura solemne de lo literario percibido por el lector y forja uno nuevo: “El hipertexto es una mezcla indefinible, e imprevisible en el detalle, de seriedad y juego (de lúcido y lúdico), de producción intelectual y de divertimento” (496).

Como lo menciona Genette, esta mezcla de lo lúdico y lúcido complejiza la lectura y desarrolla, desde esta interrelación, cómo “Los detectives salvajes” es una novela múltiple en diferentes niveles tanto temáticos como formales. El ejercicio de la escritura para García Madero no es una forma de fundar, sino una forma de sobrevivir en la historia, él no da señal alguna de para qué escribe el diario pero sí cumple la función de un legado o más bien de una pista en donde el lector tiene el enigma (finalmente qué suceden con los personajes) y, también, la información para convertirse en un propio detective (los testimonios recobrados, no se sabe por quién, que aparecen en la segunda parte de la novela) y descubrir el sentido de la vida de estos vicerrealiastas, y, finalmente, por qué se separaron de esa manera. Este diálogo nos lo da la novela cuando es tomada como un hipertexto y no solo como una narratología de sucesos.

Conclusiones
Mabel Vargas plantea que en “la novela... se ve sometido el vacío que implica la búsqueda del origen. Por tanto, se trata de un texto que se plantea como crítico de la modernidad instalándose en un discurso del fracaso” (43). Sin embargo, la noción de fracaso, a mi entender, no está en la búsqueda del origen, por que la principal empresa de ellos es vivir como escritores y lo logran en las experiencias que tienen a pesar que ello no los conduzca a nada. El individualismo forja una aptitud particular en García Madero, lo importante está en el trayecto no en su finalidad, por que como la literatura, nada tiene un principio ni un final. Precisamente, por ello, lo visceral o realvisceral es ser conciente de ello y ciegamente enrumbarse en un camino no hacia lo absurdo o hacia la trascendencia, pero sí a un designio personal que es escribir para respirar y respirar para escribir. Por último, no sabemos qué es lo que sienten los personajes, pues el narrador no nos permite ese acceso, y, por lo tanto, es la intuición identitaria del lector lo que, inconcientemente, la completa. La hermenéutica de García Madero es constante aun cuando lo entiende lo que ve, “Hoy no pasó nada, Y si pasó algo es mejor callarlo, pues no lo entendí” (117). Así este personaje ve en la vida un constante acertijo en donde lo importante no está en descifrarla siempre, sino en percibirla y esperar el momento oportuno para hacerlo (si es que llega). La razón o el motivo principal del personaje principal, su poesía, nunca se descubre; como diría el personaje sartreano, Antoine Roquentim, “si me hubieran leído seguramente hubiera intentado complacer. Siendo clandestino, fui auténtico”. La espera nula del lector en conocer esto da una multiplicidad mayor a ese joven poeta que recorre pensando en los abismos que separan al poeta del lector (88), lo cual conduce este pensamiento a dos planos, en lo narrado para el personaje y lo escrito para el lector mismo. García Madero no busca una identidad, mas no por eso deja de ser irreflexivo: la gran paradoja del ser moderno.

Finalmente, esta novela expone una trama episódica, eventual y documental que trasciende la inmediatez del diario y los testimonios a labor activa del detective-lector para completar la historia. Se trastoca, complejiza cuando deja de ser un elemento interpretable como archivo a pasar a un elemento dialogizable del hipertexto, puesto que, en el primer caso, la interpretación parte de una simbolización generacional que busca fundar y dar un inicio, mientras que en la segunda deja suspendida esa intención para dar una percepción que se gesta en la no clasificación misma, porque reside en la parodia y, por tanto, esta antítesis no propone sino muestra, polemiza, instiga y consecuentemente desde lo lúdico gesta algo muy serio, una identidad fragmentada, ficticia y a la vez real.

Notas
(*) Entendida como un texto derivado de otro texto anterior por transormación simple o directa diremos imitación (pág 17)... “la historia de la hipertextualidad, que se confunde con la historia de la literatura, podría así rizar su propio rizo” (pág 467) GENETTE, GERARD. “Palimpsestos, La literatura en segundo grado”. Taurus, Madrid 1989.

Bibliografía
Bolaño, Roberto. “Los detectives salvajes”. Barcelona: Anagrama, 1998.

Genette, Gerard. “Palimpsestos, La literatura en segundo grado”. Madrid: Taurus, 1989.

González, Echevarría. “Mito y archivo. Una teoría de la narrativa latinoamericana”. México D. F.: FCE, 1998.

Lipovetsky, Gilles. “La era del vacío”. Barcelona: Anagrama, 2002.

Taylor, Charles. “Las fuentes del yo”. Barcelona: Paidós, 1996.

Vargas, Mabel. “La escritura como táctica abismada de lo policial en “Los detectives salvajes” de Roberto Bolaño”. Tesis de licenciatura. Universidad de Chile, 2004.


Fuente: La Siega.

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