De tanta vidaAmor, amor mío,
de tanta vida me has dañado.
En la estación de las hojas huérfanas,
detrás de los girasoles cabizbajos;
mis manos trabajan con alcoholes
los fanales que llevaremos en la frente,
en el encuentro al que sólo la muerte,
con su mandato, podría restaurarnos.
Amor, amor mío
de tanta vida me has dañado.
Se alejan ya los últimos palanquines
cargando dictámenes y aboliciones,
rosas a la deriva, rebaños de sollozos.
Asumo las mareas de los péndulos
a perpetuidad, contra corriente,
ingreso a la vida.
Aridez
El mapa de mi piel
no se resigna,
Aridez
El mapa de mi piel
no se resigna,
al insufrible ámbito
castigo de la arena.
Aguador, zahorí,
tus labios.
Espejismo, tormenta,
tu lengua.
Rocío desazón,
apiádate del estéril territorio,
clemencia para tantos pedregales.
Fui celebración de agua,
roldana que cantó
su afán en los brocales,
verdosa sombra,
estuario asido a tu cadera.
Tu boca
alivio estanque.
Tu saliva
amparo aljibe.
Pronúnciame,
derrama afluentes,
dispensa lluvias,
pulsa esta geografía
desprovista de cisternas.
[De El reino fugaz]
[De El reino fugaz]
.
.
Ni siquiera lo imagines
Hoy me sostengo en los alambres de tender ropa,
entre toallas y sábanas refugio mis sollozos.
Me volví mala de un solo brinco:
quiero romper tu piel de húsar,
tu boca forajida mentira a flor de arenga,
quiero fracturar los oleoductos de tu risa,
asesinar o poner cerrojos en tu sangre.
Por sobre todo, deseo clavar los dientes
en el puño que escribió sentencias en mi pómulo,
(este surco detestable donde cabe toda la sal del mundo)
No esperes que te perdone, ni siquiera lo imagines,
los memoriales de mi cabeza rebotan contra el muro,
peldaños abajo se siguen rompiendo mis labios,
el relámpago deja escritas cinco huellas.
No esperes que te perdone, ni siquiera lo imagines,
mientras fragmento pan y cebolla te apuñalo,
te doy a beber en la jarra el cianuro de mi odio,
barro tu suerte a mansalva y derramo tus pupilas.
Muero en la abominable estrategia de vencerte.
Hoy me sostengo en los alambres de tender ropa,
entre toallas y sábanas refugio mis sollozos.
Me volví mala de un solo brinco:
quiero romper tu piel de húsar,
tu boca forajida mentira a flor de arenga,
quiero fracturar los oleoductos de tu risa,
asesinar o poner cerrojos en tu sangre.
Por sobre todo, deseo clavar los dientes
en el puño que escribió sentencias en mi pómulo,
(este surco detestable donde cabe toda la sal del mundo)
No esperes que te perdone, ni siquiera lo imagines,
los memoriales de mi cabeza rebotan contra el muro,
peldaños abajo se siguen rompiendo mis labios,
el relámpago deja escritas cinco huellas.
No esperes que te perdone, ni siquiera lo imagines,
mientras fragmento pan y cebolla te apuñalo,
te doy a beber en la jarra el cianuro de mi odio,
barro tu suerte a mansalva y derramo tus pupilas.
Muero en la abominable estrategia de vencerte.
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