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acerca de esta problemática.
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El departamento de Amazonas, al nororiente de Perú, es una región con una gran riqueza natural, al mismo tiempo es uno de los departamentos mas pobres del país, con tasas de pobreza de hasta 76.3%. En este departamento y a lo largo del río Marañón, se tiene proyectado construir 6 megahidroeléctricas, entre todas suman una capacidad superior a 10 000 MW, sin embargo los impactos sociales y ambientales que generaría la construcción de estas plantas aún no se han analizado y debatido. A través del artículo se plantean los posibles impactos que estas megaconstrucciones ocasionarían en las poblaciones locales y los ecosistemas aledaños.
El departamento de Amazonas, que se ubica en la parte nororiental de Perú, se creo políticamente hace 178 años, un 21 de Noviembre del 1832, antes de ello, entre los años 800 a 1200 D.C. florecieron en esta basta zona andino-amazónica diversas culturas preincas, que se extendían hasta los actuales departamentos de San Martín y La Libertad. Una de estas culturas se denomina Chachapoyas o Sachapuyos, ellos edificaron llactas (pueblos), andenes, tumbas y fortalezas que se conservan hasta hoy (Schjellerup, 2005). Sin embargo, el departamento también es parte del territorio de una cultura quizá mucho más antigua que las demás y que ha sobrevivido hasta ahora, nos referimos a los pueblos Awajún y Wampis, pertenecientes al grupo lingüístico Jíbaro, cuyos pueblos se extienden por los departamentos de San Martín, Cajamarca y el vecino país de Ecuador. Hoy en día, en Amazonas, estos pueblos indígenas habitan las provincias de Condorcanqui y Bagua.
La población actual del departamento es de 375 993 habitantes (INEI, 2007), con un nivel de pobreza que hasta el año 2008 alcanzaba al 59.7% de la población, siendo uno de los departamentos con mayor crecimiento de pobreza del país, con una tasa anual de 4.7%. En ese sentido, de las siete provincias del departamento, las que poseen los niveles más altos de pobreza son Condorcanqui, Luya y Bagua con 76.3% y 60.9%, 53.8% respectivamente. (MINAM, 2009). Por otro lado, Amazonas es un departamento con una gran riqueza natural de carácter renovable, de acuerdo a la Zonificación Ecológica Económica (2010), el 79.4% del territorio son tierras de protección, y es que sus extensas áreas de bosques montanos y de llanura aún ocupan las ¾ partes del territorio (MINAM, 2009). A pesar del impacto de la creciente deforestación que le sitúa como el segundo departamento a nivel nacional, después de San Martín, en número de hectáreas deforestadas, con 1,250, 586.80 Ha (INRENA, 2000), al departamento aún le cierne una amenaza quizá aún mucho mayor, el impacto de la potencial construcción de al menos 5 megahidroeléctricas dentro de su territorio.
De acuerdo al Ministerio de Energía y Minas (2010), existen 41 proyectos hidroenergéticos mayores a 100 MW a ser desarrollados en los próximos años en territorio peruano. De estos, hay 6 proyectos que se ubican a lo largo del río Marañón, en distintos puntos, dentro del departamento de Amazonas; La Balsa (915 MW), Veracruz (730MW), Chadin 2 (600 MW), Cumba (850 MW), Rentema (1500 MW) y Manseriche (6000 MW), este último eufóricamente publicitado por las autoridades locales, y a la que nos dedicaremos más adelante.
Para tener una idea de la capacidad energética de estas plantas debemos hacer la comparación con el mayor complejo hidroenergético del país, el Mantaro, que bordea los 1000 MW de potencia, y es la principal fuente de energía de Perú (49.2%). La demanda total del país, hasta fines del siglo XX, ascendía a un poco más de 2000 MW (Descalzi, 2010). El potencial hidroeléctrico que tenemos hoy como país, de acuerdo a los cálculos hechos por la misión alemana de energía (1970 – 1980), era de 58 300 MW. Y de acuerdo a los cálculos actuales, el Perú podría necesitar todo ese potencial hidroenergético entre los años 2040 y 2060, si es que el ritmo de crecimiento de demanda energética entre 1 y 2% superior al PBI, sigue su ritmo (Descalzi, 2010).
Sin embargo la realidad es otra, por un lado está el impacto social y ambiental que han generado estas megaconstrucciones en otras partes del mundo, principalmente en Brasil, India y China, y que es materia de debate y enfrentamientos sociales actuales, al tal punto que existe un movimiento internacional a favor de los ríos, quienes instauraron el “día internacional a favor de los ríos y en contra de las presas”, y que surgió a raíz de un encuentro internacional de personas afectadas por embalses, en Curitiba, Brasil (International Rivers, 2010). Ahora mismo, en Perú se ha abierto un debate y un latente conflicto social por la posibilidad de construcción de una presa que formaría parte de la central hidroeléctrica de Inambari (1500 MW), ubicada entre Puno, Madre de Dios y Cusco. Por otro lado, hay un conjunto de contratos de concesión otorgadas a empresas brasileras para llevar energía a su país, y que al menos hasta donde se sabe, tienen comprometidos 20 000 MW (Descalzi, 2010; MINEM, 2010), dejando, con seguridad, los pasivos ambientales y sociales generados, a responsabilidad del estado peruano.
Ahora, en el departamento de Amazonas, con 6 proyectos a cuestas, que sumarían un poco más de 10 000 MW, aún nadie se a puesto a analizar cuales serían los impactos sociales y ambientales que se generarían en uno de los departamentos más vulnerables del país, no solamente por la fragilidad natural que ya se hizo mención en la primera parte del texto (casi 80% son tierras de protección), sino por los altos niveles de pobreza de su población, que les convierte en un sector vulnerable frente a las posibilidades de desplazamiento forzoso que comúnmente se practica en este tipo de proyectos.
Sin embargo, en base a nuestros conocimientos sobre la zona de estudio, podemos elaborar una tésis de los potenciales impactos que se generarían en el ámbito de los proyectos, por un lado el de Manseriche, por ser un caso especial; y de los demás, como un solo grupo, por presentar condiciones similares.
Para el caso de Manseriche:
- Se tendría que inundar el área (por encontrarse en la llanura de bosques amazónicos), ocasionado el desplazamiento forzoso de comunidades Wampis asentadas en el sector. Con una pésima experiencia de comunicación en la zona y conflictos latentes entre el gobierno(s) y las comunidades indígenas, promover un proyecto de esta envergadura en la zona sería casi como hacerse un harakiri.
- Se tendría que inundar miles de hectáreas de bosque, lo que ocasionaría la degradación de la biomasa, que luego se convertiría en metano, que es un gas mucho más perverso que el CO2 con respecto al incremento del calentamiento global (Dourojeanni, 2010).
- Reducción de biodiversidad; reducción e impedimento de migración de peces; dificultades en el transporte fluvial; sedimentación de nutrientes en la presa, lo que impide el enriquecimiento de las tahuampas río abajo; disminución del caudal de agua; aumento de enfermedades como dengue o paludismo (cuyos vectores viven en aguas estancadas).
Para el caso de La Balsa, Veracruz, Chadin 2, Cumba y Rentema:
- Todas estos proyectos se encuentran también en el ámbito de río Marañón, pero a diferencia de Manseriche, se encuentran en una zona de vida diferente, que corresponde a los denominados bosques secos, en donde las condiciones de vida son mas agrestes que en los bosques de llanura amazónica. Sin embargo, en el ámbito de algunos, como Cumba y Rentema hay poblaciones rurales que se verían afectadas, ya que gran parte de sus tierras de cultivo son de inundación, y el río Marañón provee los sedimentos nutritivos para las chacras, sobre todo en época de creciente. Al embalsarse las aguas, el río no tendrá el caudal necesario para cumplir esta vital función, lo que repercutirá gravemente en la economía rural local.
- Como ya se mencionó, en estas zonas de vida de carácter seco, si bien es cierto que la biomasa es menor, pero los niveles de radiación solar son muy intensos, esto provoca altos índices de evaporación de agua y transpiración. Imaginemos hasta 5 grandes represas secuenciales en el Marañón, desde Balsas hasta Rentema, no solamente se alteraría el ciclo normal del agua de la famosa “serpiente de oro”, sino que los niveles de evaporación serían tan altos en los cuerpos de agua de las presas, que el clima en la zona cambiaría drásticamente, con masas de agua inestable en la atmosfera con seguridad repercutirá en los cultivos cafetaleros de la zona, generando crisis en la economía local. Ni que hablar de la presencia de vectores de enfermedades como el dengue, que son endémicos en la zona y las represas serían su paraíso de reproducción.
Por todo lo antes expuesto, vale la pena que los líderes y poblaciones locales empiecen a debatir estos temas, no solo se trata de pensar en cuantos millones venderíamos en energía (y ni siquiera para nuestro mercado interno), si no de evaluar los otros aspectos, sociales y ambientales, que los puristas de la economía neoclásica (neoliberales) no lo dicen o no lo quieren ver.
Al culminar este texto (Agosto, 2010), ya se habían concesionado Chadin 2 y Veracruz, a dos empresas extranjeras, quienes vienen realizando los estudios de factibilidad.
El departamento de Amazonas, que se ubica en la parte nororiental de Perú, se creo políticamente hace 178 años, un 21 de Noviembre del 1832, antes de ello, entre los años 800 a 1200 D.C. florecieron en esta basta zona andino-amazónica diversas culturas preincas, que se extendían hasta los actuales departamentos de San Martín y La Libertad. Una de estas culturas se denomina Chachapoyas o Sachapuyos, ellos edificaron llactas (pueblos), andenes, tumbas y fortalezas que se conservan hasta hoy (Schjellerup, 2005). Sin embargo, el departamento también es parte del territorio de una cultura quizá mucho más antigua que las demás y que ha sobrevivido hasta ahora, nos referimos a los pueblos Awajún y Wampis, pertenecientes al grupo lingüístico Jíbaro, cuyos pueblos se extienden por los departamentos de San Martín, Cajamarca y el vecino país de Ecuador. Hoy en día, en Amazonas, estos pueblos indígenas habitan las provincias de Condorcanqui y Bagua.
La población actual del departamento es de 375 993 habitantes (INEI, 2007), con un nivel de pobreza que hasta el año 2008 alcanzaba al 59.7% de la población, siendo uno de los departamentos con mayor crecimiento de pobreza del país, con una tasa anual de 4.7%. En ese sentido, de las siete provincias del departamento, las que poseen los niveles más altos de pobreza son Condorcanqui, Luya y Bagua con 76.3% y 60.9%, 53.8% respectivamente. (MINAM, 2009). Por otro lado, Amazonas es un departamento con una gran riqueza natural de carácter renovable, de acuerdo a la Zonificación Ecológica Económica (2010), el 79.4% del territorio son tierras de protección, y es que sus extensas áreas de bosques montanos y de llanura aún ocupan las ¾ partes del territorio (MINAM, 2009). A pesar del impacto de la creciente deforestación que le sitúa como el segundo departamento a nivel nacional, después de San Martín, en número de hectáreas deforestadas, con 1,250, 586.80 Ha (INRENA, 2000), al departamento aún le cierne una amenaza quizá aún mucho mayor, el impacto de la potencial construcción de al menos 5 megahidroeléctricas dentro de su territorio.
De acuerdo al Ministerio de Energía y Minas (2010), existen 41 proyectos hidroenergéticos mayores a 100 MW a ser desarrollados en los próximos años en territorio peruano. De estos, hay 6 proyectos que se ubican a lo largo del río Marañón, en distintos puntos, dentro del departamento de Amazonas; La Balsa (915 MW), Veracruz (730MW), Chadin 2 (600 MW), Cumba (850 MW), Rentema (1500 MW) y Manseriche (6000 MW), este último eufóricamente publicitado por las autoridades locales, y a la que nos dedicaremos más adelante.
Para tener una idea de la capacidad energética de estas plantas debemos hacer la comparación con el mayor complejo hidroenergético del país, el Mantaro, que bordea los 1000 MW de potencia, y es la principal fuente de energía de Perú (49.2%). La demanda total del país, hasta fines del siglo XX, ascendía a un poco más de 2000 MW (Descalzi, 2010). El potencial hidroeléctrico que tenemos hoy como país, de acuerdo a los cálculos hechos por la misión alemana de energía (1970 – 1980), era de 58 300 MW. Y de acuerdo a los cálculos actuales, el Perú podría necesitar todo ese potencial hidroenergético entre los años 2040 y 2060, si es que el ritmo de crecimiento de demanda energética entre 1 y 2% superior al PBI, sigue su ritmo (Descalzi, 2010).
Sin embargo la realidad es otra, por un lado está el impacto social y ambiental que han generado estas megaconstrucciones en otras partes del mundo, principalmente en Brasil, India y China, y que es materia de debate y enfrentamientos sociales actuales, al tal punto que existe un movimiento internacional a favor de los ríos, quienes instauraron el “día internacional a favor de los ríos y en contra de las presas”, y que surgió a raíz de un encuentro internacional de personas afectadas por embalses, en Curitiba, Brasil (International Rivers, 2010). Ahora mismo, en Perú se ha abierto un debate y un latente conflicto social por la posibilidad de construcción de una presa que formaría parte de la central hidroeléctrica de Inambari (1500 MW), ubicada entre Puno, Madre de Dios y Cusco. Por otro lado, hay un conjunto de contratos de concesión otorgadas a empresas brasileras para llevar energía a su país, y que al menos hasta donde se sabe, tienen comprometidos 20 000 MW (Descalzi, 2010; MINEM, 2010), dejando, con seguridad, los pasivos ambientales y sociales generados, a responsabilidad del estado peruano.
Ahora, en el departamento de Amazonas, con 6 proyectos a cuestas, que sumarían un poco más de 10 000 MW, aún nadie se a puesto a analizar cuales serían los impactos sociales y ambientales que se generarían en uno de los departamentos más vulnerables del país, no solamente por la fragilidad natural que ya se hizo mención en la primera parte del texto (casi 80% son tierras de protección), sino por los altos niveles de pobreza de su población, que les convierte en un sector vulnerable frente a las posibilidades de desplazamiento forzoso que comúnmente se practica en este tipo de proyectos.
Sin embargo, en base a nuestros conocimientos sobre la zona de estudio, podemos elaborar una tésis de los potenciales impactos que se generarían en el ámbito de los proyectos, por un lado el de Manseriche, por ser un caso especial; y de los demás, como un solo grupo, por presentar condiciones similares.
Para el caso de Manseriche:
- Se tendría que inundar el área (por encontrarse en la llanura de bosques amazónicos), ocasionado el desplazamiento forzoso de comunidades Wampis asentadas en el sector. Con una pésima experiencia de comunicación en la zona y conflictos latentes entre el gobierno(s) y las comunidades indígenas, promover un proyecto de esta envergadura en la zona sería casi como hacerse un harakiri.
- Se tendría que inundar miles de hectáreas de bosque, lo que ocasionaría la degradación de la biomasa, que luego se convertiría en metano, que es un gas mucho más perverso que el CO2 con respecto al incremento del calentamiento global (Dourojeanni, 2010).
- Reducción de biodiversidad; reducción e impedimento de migración de peces; dificultades en el transporte fluvial; sedimentación de nutrientes en la presa, lo que impide el enriquecimiento de las tahuampas río abajo; disminución del caudal de agua; aumento de enfermedades como dengue o paludismo (cuyos vectores viven en aguas estancadas).
Para el caso de La Balsa, Veracruz, Chadin 2, Cumba y Rentema:
- Todas estos proyectos se encuentran también en el ámbito de río Marañón, pero a diferencia de Manseriche, se encuentran en una zona de vida diferente, que corresponde a los denominados bosques secos, en donde las condiciones de vida son mas agrestes que en los bosques de llanura amazónica. Sin embargo, en el ámbito de algunos, como Cumba y Rentema hay poblaciones rurales que se verían afectadas, ya que gran parte de sus tierras de cultivo son de inundación, y el río Marañón provee los sedimentos nutritivos para las chacras, sobre todo en época de creciente. Al embalsarse las aguas, el río no tendrá el caudal necesario para cumplir esta vital función, lo que repercutirá gravemente en la economía rural local.
- Como ya se mencionó, en estas zonas de vida de carácter seco, si bien es cierto que la biomasa es menor, pero los niveles de radiación solar son muy intensos, esto provoca altos índices de evaporación de agua y transpiración. Imaginemos hasta 5 grandes represas secuenciales en el Marañón, desde Balsas hasta Rentema, no solamente se alteraría el ciclo normal del agua de la famosa “serpiente de oro”, sino que los niveles de evaporación serían tan altos en los cuerpos de agua de las presas, que el clima en la zona cambiaría drásticamente, con masas de agua inestable en la atmosfera con seguridad repercutirá en los cultivos cafetaleros de la zona, generando crisis en la economía local. Ni que hablar de la presencia de vectores de enfermedades como el dengue, que son endémicos en la zona y las represas serían su paraíso de reproducción.
Por todo lo antes expuesto, vale la pena que los líderes y poblaciones locales empiecen a debatir estos temas, no solo se trata de pensar en cuantos millones venderíamos en energía (y ni siquiera para nuestro mercado interno), si no de evaluar los otros aspectos, sociales y ambientales, que los puristas de la economía neoclásica (neoliberales) no lo dicen o no lo quieren ver.
Al culminar este texto (Agosto, 2010), ya se habían concesionado Chadin 2 y Veracruz, a dos empresas extranjeras, quienes vienen realizando los estudios de factibilidad.
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