El hombre más inteligente, audaz y erudito en todas las ciencias que habita en este planeta, es peruano. Se llama Antonio, y aunque es muy pequeñito y quién sabe si de hábitos sodomitas, jamás deja de ser perfecto, claro que no, ya lo diría un filósofo de iniciales CC: “¡ni el tamaño ni el esfínter tienen que ver con la intelectualidad que poseemos!”
Antonio, nació en un villorrio de la selva; pero tomando en cuenta que sus apellidos provienen del Ande, seguramente le costó adaptarse a estas tierras, por eso, cada vez que se refiere a su pueblito, para realzarlo y que no digan de él: “brutito es, no sabe”, con aires de europeo y no de andino, dice en sus trabajos: “Calicanto”, o “Bellacos”…; por supuesto lo hace con intención, para demostrar su bagaje cultural, porque eso sí, él sabe mucho y no va a permitir que ningún mortal le supere en conocimiento, ¡no, terrícolas inmundos!, ¡hasta sería capaz de dejar de lado el placer!
Al contraste de su tamaño, este hombre bien pudiera superar en grandeza al gran Alejandro Magno, o al insuperable Alan García, o, a su anhelo máximo y quimera de ensueño: el legendario Evo Morales. Pero no le interesa ser como ellos, por el contrario, quienquiera que llegase a conocerlo, ciertamente diría: “qué hombre más humilde y modesto”. En efecto, Antonio podría ser científico, o investigador, o lo que fuese; mas él ha decidido transmitir su conocimiento y genialidad, mediante la literatura. Es decir, para el vulgo común que no le conoce, o sea para todos los peruanos, es un pobre diablo que intenta vender sus libritos a las Instituciones Educativas.
Los otros, en cambio, los que le tenemos gran admiración, valoramos y nos atrevemos a compartir su gran aporte en mejora de la humanidad. Para muestra, de sus innumerables publicaciones, hemos tomado una que habla acerca de una fantástica trilogía y de un libro con el que se puede hacer magia, o algo así (es muy difícil entender, la verdad).
Bien, este libro está compuesto de alegorías que cualquier torpe no sabría cómo entenderlas. En la página once (Pág. 11), que es el inicio del primer capítulo, en el último párrafo, por ejemplo, se lee “los rosales cantan…”, “las quebradas y cascadas alumbran la noche…”. Uno podría rebatir y reírse mucho, ¡cómo demonios los rosales van a cantar, y qué es eso de que las quebradas y cascadas alumbran la noche!; sin embargo, en una mente tan prodigiosa, todo es posible. En la trece (Pág. 13), párrafo primero, la oración “Los corceles briosos trotan (…) por el heno cargando sueños”, supone una fantasía de ensueño, ficción, y de locura, porque en la selva no se produce heno; claro que para este Dios de nombre Antonio no hay límites. Ahí mismo (Pág. 13), a su vez, nos vamos adentrando en un mundo mágico, donde Atanué Carrel, la gran hechicera, aparece por primera vez. ¡No! ¡No! ¡Que no se piense en un travestido al leer este nombre! ¡Tampoco es un seudónimo apócrifo del autor! Humanos incultos, la belleza en la mente de Antonio, es andrógina; además él, si decidiera vestirse de mujercita (nunca se le ha visto con atuendos femeninos, desde luego, solo es una suposición), es muy probable que lo hiciese con orgullo y a la vista de todos, sin avergonzarse. Se cree lo anterior, porque con sus escritos pasa algo parecido: lo que deba decir, lo dice, ¡ni que fuera un pasquinero!
No cabe duda, es un genio, por eso en el mismo párrafo de la página trece, el personaje principal, Augusto, “conoce la forma de hacer que vuelva al mundo real”, ¿qué vuelva quién?, se pregunta uno, y la respuesta es intuitiva, ambigua pero clara, ¡no faltaba más carajo! ¡Cómo ya todo lo va a decir el autor! Y luego, en la siguiente línea, la hechicera usará un “pasaporte”, uno imaginario y sin sellos, se supone.
En el siguiente párrafo, aparecen los “faunos y duendes, unicornios blancos y negros, sirenas, otorongos…”; o sea, los personajes clásicos de Europa y de la antigua Grecia, aunados a los de la Selva peruana, se han trasladado a Anchoajo, el lugar donde se desarrolla la historia. ¡Impresionante!
En el penúltimo párrafo (seguimos en la Pág. 13), leemos “de un celeste claro de nubes de colores”, una cacofonía muy bella, genuina, por supuesto escrita adrede. Y “celeste”, el color favorito del autor que está presente en más de diez (10) oportunidades en todo el libro, encaja a la perfección con tanta belleza.
Al llegar al segundo párrafo de la página catorce (Pág. 14), uno puede hasta colapsar de tanta ternura. Refiriéndose a Augusto, leemos: “en un sueño de ángel, de querubín exactamente”; y más abajo, refiriéndose a las rosas, en el último párrafo: “brotaban en botones de luz en la mano de Dios…”. Un mortal común, sin duda, jamás va a estar a su nivel, primero porque sus frases son muy poéticas y hermosas, y segundo, porque a pesar de incluir en sus escenarios a los seres mitológicos y clásicos de casi todos los continentes, también habla de ángeles, querubines, y hasta de Dios. ¡Qué hombre tan inteligente! ¡No me cansaré de repetirlo!
Lo que se observa, además, es una intencionada manía de escribir la palabra “pero”, desde luego con el objeto de embellecer cada párrafo. Hasta la página veintitrés (Pág. 23), nueve páginas A-5 en realidad porque hay algunas imágenes, “pero” se escribe veinte veces. En la página veintiocho (Pág. 28), cuatro veces…, y así en todo el libro, más de quinientas veces (514 exactamente). Es decir, descontando las imágenes y las páginas del prólogo, e índice, por página, “pero” se escribe tres veces.
En todas, absolutamente todas las páginas de este excepcional libro, uno se encuentra con la belleza creativa del autor y con figuras literarias nunca antes vistas, de colección. Sería muy agobiante hacer una reseña de todos los pormenores, aunque vale la pena mencionar algunos. Sobre la historia en sí, queda decir que es exageradamente inédita, tanto, que Antonio en una vida pasada, la escribió en unos manuscritos que nunca publicó pero que llegaron a las manos de un tipejo llamado Michael Ende; este subnormal, tomó aquellos escritos, cambió algunas cosas y entonces, “La historia interminable”, que es una historia de trama muy parecida a la de Antonio, se convirtió en una época en un libro muy difundido. Por supuesto que nuestro escritor peruano ha mejorado esa historia del pasado y ahora nos deleita con su Libro de Magia. Y no podemos esperar menos del escritor más querido de la región San Martín (aunque ya se dijo que nadie le conoce), que ha publicado mil (sí, mil, la exorbitante cantidad de mil) ejemplares de esa bella composición poética, narrativa, ensayística, etc., etc., de indispensable lectura para todo ser humano ansioso de conocimiento. Al paso que va, Vargas Llosa y otros nobeles de literatura, tendrán que empezar a rendirle pleitesía.
La editorial, una de nombre San Marcos, sabedora de la grandeza de este ícono de la literatura universal, no ha tomado en cuenta ninguna variación del castellano ni se ha fijado en los aparentes horrores ortográficos, con justicia claro, ¡a un hombre de su calaña (no, no, a un hombre de su valía), no se le puede increpar absolutamente nada!
Antonio, nació en un villorrio de la selva; pero tomando en cuenta que sus apellidos provienen del Ande, seguramente le costó adaptarse a estas tierras, por eso, cada vez que se refiere a su pueblito, para realzarlo y que no digan de él: “brutito es, no sabe”, con aires de europeo y no de andino, dice en sus trabajos: “Calicanto”, o “Bellacos”…; por supuesto lo hace con intención, para demostrar su bagaje cultural, porque eso sí, él sabe mucho y no va a permitir que ningún mortal le supere en conocimiento, ¡no, terrícolas inmundos!, ¡hasta sería capaz de dejar de lado el placer!
Al contraste de su tamaño, este hombre bien pudiera superar en grandeza al gran Alejandro Magno, o al insuperable Alan García, o, a su anhelo máximo y quimera de ensueño: el legendario Evo Morales. Pero no le interesa ser como ellos, por el contrario, quienquiera que llegase a conocerlo, ciertamente diría: “qué hombre más humilde y modesto”. En efecto, Antonio podría ser científico, o investigador, o lo que fuese; mas él ha decidido transmitir su conocimiento y genialidad, mediante la literatura. Es decir, para el vulgo común que no le conoce, o sea para todos los peruanos, es un pobre diablo que intenta vender sus libritos a las Instituciones Educativas.
Los otros, en cambio, los que le tenemos gran admiración, valoramos y nos atrevemos a compartir su gran aporte en mejora de la humanidad. Para muestra, de sus innumerables publicaciones, hemos tomado una que habla acerca de una fantástica trilogía y de un libro con el que se puede hacer magia, o algo así (es muy difícil entender, la verdad).
Bien, este libro está compuesto de alegorías que cualquier torpe no sabría cómo entenderlas. En la página once (Pág. 11), que es el inicio del primer capítulo, en el último párrafo, por ejemplo, se lee “los rosales cantan…”, “las quebradas y cascadas alumbran la noche…”. Uno podría rebatir y reírse mucho, ¡cómo demonios los rosales van a cantar, y qué es eso de que las quebradas y cascadas alumbran la noche!; sin embargo, en una mente tan prodigiosa, todo es posible. En la trece (Pág. 13), párrafo primero, la oración “Los corceles briosos trotan (…) por el heno cargando sueños”, supone una fantasía de ensueño, ficción, y de locura, porque en la selva no se produce heno; claro que para este Dios de nombre Antonio no hay límites. Ahí mismo (Pág. 13), a su vez, nos vamos adentrando en un mundo mágico, donde Atanué Carrel, la gran hechicera, aparece por primera vez. ¡No! ¡No! ¡Que no se piense en un travestido al leer este nombre! ¡Tampoco es un seudónimo apócrifo del autor! Humanos incultos, la belleza en la mente de Antonio, es andrógina; además él, si decidiera vestirse de mujercita (nunca se le ha visto con atuendos femeninos, desde luego, solo es una suposición), es muy probable que lo hiciese con orgullo y a la vista de todos, sin avergonzarse. Se cree lo anterior, porque con sus escritos pasa algo parecido: lo que deba decir, lo dice, ¡ni que fuera un pasquinero!
No cabe duda, es un genio, por eso en el mismo párrafo de la página trece, el personaje principal, Augusto, “conoce la forma de hacer que vuelva al mundo real”, ¿qué vuelva quién?, se pregunta uno, y la respuesta es intuitiva, ambigua pero clara, ¡no faltaba más carajo! ¡Cómo ya todo lo va a decir el autor! Y luego, en la siguiente línea, la hechicera usará un “pasaporte”, uno imaginario y sin sellos, se supone.
En el siguiente párrafo, aparecen los “faunos y duendes, unicornios blancos y negros, sirenas, otorongos…”; o sea, los personajes clásicos de Europa y de la antigua Grecia, aunados a los de la Selva peruana, se han trasladado a Anchoajo, el lugar donde se desarrolla la historia. ¡Impresionante!
En el penúltimo párrafo (seguimos en la Pág. 13), leemos “de un celeste claro de nubes de colores”, una cacofonía muy bella, genuina, por supuesto escrita adrede. Y “celeste”, el color favorito del autor que está presente en más de diez (10) oportunidades en todo el libro, encaja a la perfección con tanta belleza.
Al llegar al segundo párrafo de la página catorce (Pág. 14), uno puede hasta colapsar de tanta ternura. Refiriéndose a Augusto, leemos: “en un sueño de ángel, de querubín exactamente”; y más abajo, refiriéndose a las rosas, en el último párrafo: “brotaban en botones de luz en la mano de Dios…”. Un mortal común, sin duda, jamás va a estar a su nivel, primero porque sus frases son muy poéticas y hermosas, y segundo, porque a pesar de incluir en sus escenarios a los seres mitológicos y clásicos de casi todos los continentes, también habla de ángeles, querubines, y hasta de Dios. ¡Qué hombre tan inteligente! ¡No me cansaré de repetirlo!
Lo que se observa, además, es una intencionada manía de escribir la palabra “pero”, desde luego con el objeto de embellecer cada párrafo. Hasta la página veintitrés (Pág. 23), nueve páginas A-5 en realidad porque hay algunas imágenes, “pero” se escribe veinte veces. En la página veintiocho (Pág. 28), cuatro veces…, y así en todo el libro, más de quinientas veces (514 exactamente). Es decir, descontando las imágenes y las páginas del prólogo, e índice, por página, “pero” se escribe tres veces.
En todas, absolutamente todas las páginas de este excepcional libro, uno se encuentra con la belleza creativa del autor y con figuras literarias nunca antes vistas, de colección. Sería muy agobiante hacer una reseña de todos los pormenores, aunque vale la pena mencionar algunos. Sobre la historia en sí, queda decir que es exageradamente inédita, tanto, que Antonio en una vida pasada, la escribió en unos manuscritos que nunca publicó pero que llegaron a las manos de un tipejo llamado Michael Ende; este subnormal, tomó aquellos escritos, cambió algunas cosas y entonces, “La historia interminable”, que es una historia de trama muy parecida a la de Antonio, se convirtió en una época en un libro muy difundido. Por supuesto que nuestro escritor peruano ha mejorado esa historia del pasado y ahora nos deleita con su Libro de Magia. Y no podemos esperar menos del escritor más querido de la región San Martín (aunque ya se dijo que nadie le conoce), que ha publicado mil (sí, mil, la exorbitante cantidad de mil) ejemplares de esa bella composición poética, narrativa, ensayística, etc., etc., de indispensable lectura para todo ser humano ansioso de conocimiento. Al paso que va, Vargas Llosa y otros nobeles de literatura, tendrán que empezar a rendirle pleitesía.
La editorial, una de nombre San Marcos, sabedora de la grandeza de este ícono de la literatura universal, no ha tomado en cuenta ninguna variación del castellano ni se ha fijado en los aparentes horrores ortográficos, con justicia claro, ¡a un hombre de su calaña (no, no, a un hombre de su valía), no se le puede increpar absolutamente nada!
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