lunes, 21 de junio de 2010

Poemas de PARA OÍR EL SOLFEO EXIGUO DE MI CUERPO de Matilde Granados. Palabras liminares de Roxana Crisólogo

PALABRAS LIMINARES
Uno de los aportes más importantes de la poesía escrita por mujeres en el Perú es la desacralización del imaginario poético. La idea de que existen temas que no pueden ser abordados desde la poesía tiene sus raíces más profundas en la aceptación de una estructura patriarcal de la sociedad que relega, a la esfera de lo privado y al silencio de las cuatro paredes, aquellos temas que suponen no se puede ni debe ventilar en un espacio público. La tendencia a trivializar o considerar de arte menor la poesía que no habla de los grandes temas de la literatura o la que desde perspectivas tan disímiles como el de las mujeres cuando poetizan aspectos inherentes de la vida cotidiana tan comunes y corrientes como el amor, también obedece a la idea de que existe un ámbito público, el de las ideas, donde se construye el discurso oficial poético.

Así, la sexualidad, el amor, el cuerpo, sus cambios y miserias se reservan para el terreno de lo privado. Poetizar sobre ellos, para algunos sectores de la crítica literaria, constituye un atentado al pudor. La irrupción de una promoción notable de poetas como Carmen Ollé, Mariela Dreyfus, Rocío Silva Santistevan, entre otras, significó en la década de los ochenta, a la vez que una ruptura de lo hasta entonces establecido en términos de tradición poética, la visibilización de temas históricamente ausentes en la poesía peruana. Una tradición orgullosa de un mal consabido recato y seriedad como si se tratase de ingredientes indispensables para hacer buena poesía.

Dentro de esta rica tradición, la cual indudablemente no puede verse fuera del contexto de toda la producción poética peruana, se ubica el conjunto Para oír el solfeo exiguo de mi cuerpo de la joven poeta chiclayana Matilde Granados Con versos de corto aliento pero contundentes, sin apelar a artificios lingüísticos ni velados por un preciosismo retórico, Matilde construye la geografía de un cuerpo castigado y asfixiado por la convenciones sociales, la familia, la prisión del amor, la sociedad, el mundo que se presenta como una región prohibida, como si no se fuese parte de él. Contradictoriamente, el solfeo al que hace alusión el título del libro no aparece como un apagado rumor, es sincopado, como una cascada de sugerencias o gritos de denuncia aunque luego ríe. Humor negro para dar cuenta del desencanto generacional en un iniciático siglo XXI que poco o nada ofrece a una joven mujer. Poesía rebelde y joven, juventud que no tiene que ver con la edad cronológica de la autora sino con el espíritu del libro. Juego de astucias y formas irreverentes. Para oír lo que ésta poeta quiere decir hay que despojarse de ideas preconcebidas acerca de la poesía tradicional. Bienvenida sea esta ruptura. La poesía se merece todos los riesgos posibles.

Roxana Crisólogo
Miraflores, enero de 2007.

Poemas de PARA OÍR EL SOLFEO EXIGUO DE MI CUERPO

1
Deseo caminar por la ciudad
con los pies descalzos
escribiendo poemas
y en cada paso mío
ir desprendiéndome una a una
de todas mis prendas.
Que solo sea
la propia naturaleza
de mi piel la que me cubra.
Caminar riendo, despreocupada
del tiempo y de toda mi vida,
hasta llegar a un jardín cualquiera
donde pueda estirarme cómodamente
y contemplar el quieto cuerpo de una flor.

2
Aquí no hay espacio
para nada.

Sólo para este constante silencio.

3
Letras blancas se han escrito
sobre hojas también blancas.

Vano intento sin duda el del poeta.

12
A mis padres
De una melancólica canción
que nadie quería escuchar
dos palabras se unieron
y me procrearon.

14
Un beso
tiene la fuerza
de una tierna
y profunda
canción del mar.

15
No poder empezar
ni terminar de escribir
una triste historia
de amor.

Pero si poder vivirla.

16
Te alejaste como una hoja
se pierde a través del viento.
Desapareciste en el tiempo
como un poema mal escrito.
Caminaste rápidamente
por ese callejón oscuro,
lleno de gentes extrañas,
que no te pude alcanzar.

19
Grito tan fuerte como puedo.
Más allá de lo necesario y permitido
no importando si luego llego a herirme.
Sólo quiero gritar.
Gritar muy cerca, en el oído de mamá y papá.
Gritarle al mar porque nunca llegué a nadar.
Gritarle al cielo porque hasta ahora
no nos revela su verdad
y siempre está envuelto en aquella espuma celeste,
entre telas blancas y azules.
Gritarle al tiempo por haberme
acercado a la edad de los dieciocho años.
Gritarle a mis dos únicas muñecas
pues ahora no significan nada.
Gritar, gritar y gritar
para no saber de la muerte,
para no contarle los años a la vida
para estar siempre cerca de la soledad.

Porque no todos gritan,
porque no todos quieren gritar
tan fuerte como yo deseo hacerlo en este instante.

MATILDE GRANADOS REQUEJO. Trujillo, 1986. Radica en Chiclayo casi toda su vida. Su primer encuentro con la literatura fue cuando tenía 14 años, edad en la que se hizo acreedora de un puesto en el Concurso Lundero. El año 2007 publica su primer poemario “Para oír el solfeo exiguo de mi cuerpo”. Ha participado en diversos eventos literarios entre ellos la 28ª Feria del Libro Ricardo Palma en Lima, Feria del Libro de Tarapoto (2009). I Encuentro de Poesía Feminópolis, Trujillo (2010), I Encuentro Nacional de Grupos Literarios en la PUCP (2010) entre otros eventos. Sus poemas han sido publicados en diversos medios de difusión literaria como la revista Cinosargo.

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