Con un lenguaje formal y un determinante gozo por la reflexión y el juicio, se presenta Carlos Eduardo Quenaya (Arequipa, 1984) con su libro de poemas Elogio de otra vana invención (Lustra Editores, 2008). La búsqueda estética, la importancia de las imágenes como causa-efecto del estremecedor sonido interior y la hondura a modo de esquirlas que se empeña en lacerarnos la existencia redondean la publicación primigenia de Quenaya. Pero no es frecuente encontrar en un primer libro la bondad de una madurez ni el soporte sólido de una propuesta audaz, al autor lo marca definitivamente la vida de estudio y el ritmo paciente de la disciplina literaria. En mi caso la escritura es un proceso muy lento. Empiezo trabajando el poema con el oído. Intento perseguir cierta cadencia que percibo con las orejas, luego el trabajo consiste en hallar la palabra que se ajuste mejor a la música que suena dentro de mí, afirma el poeta.
En Elogio de otra vana invención no sólo encontramos el cuestionamiento del poeta hacia sí mismo –lo cual define su estado de conciencia, el panorama total entre él y la Poesía como un ser extraño y no menos posible–, encontramos el puente entre ambas entidades, aunque esto traiga consigo registros de contrariedad y vías de autoflagelación que colindan con la atadura de todos los opuestos.
El libro abre sus fauces teniendo como clave una sentencia del poeta Roberto Juarroz: No se trata de hablar, /ni tampoco de callar: /se trata de abrir algo /entre la palabra y el silencio. Lo que sigue son veinticinco poemas, muchos de ellos develando las inconstancias y certezas del ser desde esa otra puerta mínima llamada concisión. Pero el universo poético de Quenaya puede encontrar mayor respaldo en otra sentencia del mismo poeta argentino, que añado porque es aún más contundente: Afirmo que la poesía es realidad, y para mí es la mayor realidad posible porque es la que cobra conciencia real de la infinitud.
De esta manera, la propia existencia, el lenguaje, el abismo y la Poesía cohesionan sus timbres máximos para darle precisión a Elogio… Por ello, fue uno de los libros que recibió una mención importante ese año. Sol negro Editores se encargaría en aquel entonces de publicar desde su visitada tribuna lo mejor del 2008, citando a: Ocho cuartetas en contra del caballo de paso peruano (Album del Universo Bacterial) de Mario Montalbetti, Labranda (Hipocampo / Asalto al cielo) de Roger Santibáñez, Los desmoronamientos sinfónicos (Hipocampo) de Miguel Ildefonso, Amórfor (Sol negro) de Salomón Valderrama, Postales (Cascahuesos) de José Gabriel Valdivia, Parabellum (Santo oficio) de Víctor Coral, Elogio de otra vana invención (Lustra) de Carlos Eduardo Quenaya, Airado verbo (Sol negro) de Juan José Soto, entre otros.
El encargado de cerrar el libro es el poeta Pedro Granados, quien en la contracarátula manifiesta que Quenaya no escribe de antemano como peruano y ese es su primer y gran acierto, un peruano de utilería -progresista o reaccionaria- nos referimos; y más bien lo hace como un ser de otro planeta que, sólo por principio de analogía, está próximo a nosotros. Continúa diciendo: Hace tiempo que no percibo entre los jóvenes poetas tal independencia de carácter y, por lo tanto, tal promesa de estilo. Y tan hondo e íntimo fervor por la poesía. Y tanto apetito por aprender.
Y no le falta razón, Quenaya es un poeta joven con un estilo renovado, cuyas raíces las ha establecido aquí en plena Generación Cero, una generación efervescente con voces de gran altura, con poéticas que ya instauraron su reino en esta década que culmina con vida y dignidad literarias. Es un poeta que, como muchos de mi generación, escucha la Poesía más allá de la voz como ese sonido mágico que nombra todo aliento y jamás calla lo desconocido.
Poemas del libro en mención:
El abismo
Esto que rueda sobre el papel
es el burdo testimonio de mí mismo
……………el artificio herido
de la imagen que nace de la lluvia.
La escritura es un río
…………….. de humo que asciende
un instante atrapado por la voz,
…………… ese abismo
donde sólo es posible extinguirse.
Llamada profunda
Alguien llama a la insegura piel del poema
toca la lisa supuración de estas alas
cabalga hacia mí
………………… ¿Quién es él?
¿Quién es aquél que avanza
impávido en la bruma
ese otro que cabalga y no soy yo
sobre un río que instaura la noche?
Desconozco al que viene y dice esto
Falaz centinela del espejo
Caviloso pasajero que viaja
a la insegura piel
al temeroso poema que calla y crece en la sombra.
El conjuro
Lo que digo no está en los labios
………………no en el papel
Lo que digo no es lo que callo
………………o lo que creen que callo
Lo que digo no es necesario
Lo que digo,
eso que digo
………………qué?
Pero este poema
Pero este poema sólo ha nacido
para la fugacidad del tiempo
para la siniestra curva
de algún cigarrillo,
para la voraz locura del aire.
Cómo detener
el curso irreversible,
cómo suspender
este poema
en el filo
de mi aliento?
La puerta
¿Y si la entrada fuera esta puerta
si una palabra fuese el umbral
y no la metáfora de la puerta?
……………………….no ser
una sucesión de vocablos
un alegato contra lo fútil
no la página
en que se reconstruye esta imagen
…………………………. transformar
un trasegado vuelo
en una limpia corona de agua
un enjambre de espejos
en la arena clarísima de los ojos
transformar lentamente esta escritura
en una puerta más ancha
en una puerta más larga
como una vereda hacia el mar.
Ars poética
Todo lo que escribo es mentira
esta mano,
su impostergable designio
me acecha.
La soledad yace aquí bajo mi mano
vuelve ajena la vacilación del espejo.
Todo lo que escribo es mentira,
cada paso
cada pensamiento borroneado por el lenguaje
alimenta este oscuro deseo.
Y esta hostil paradoja es la que explica mi ser.
Todo lo que escribo es mentira
Todo lo que quiero para mí
es una página donde descansar mi cabeza.
Todo lo que escribo es mentira que me inventa.
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