sábado, 17 de julio de 2010

Publican cartas entre Ginsberg y Kerouac

Kerouac, Ginsberg y Corso.

Misivas revelan la amistad cómplice de los animadores de la generación beat. Libro publicado en inglés, lleva el título Jack Kerouac and Allen Ginsberg: The Letters.

Editado de La Tercera
La escribió en tres semanas, pero publicarla sería toda una hazaña. Antes de ver impresa su novela En el camino (1957), Jack Kerouac tuvo que soportar rechazos de editoriales durante siete años. Iba a detonar el estallido de la generación beat, pero incluso sus más cercanos dudaron de la novela. “No veo cómo pudiera ser publicada, es demasiado personal, está llena de lenguaje sexual y tiene tantas referencias a nuestra mitología”, le soltó Allen Ginsberg en 1952, quien por esos días paradojalmente había asumido la tarea de encontrar un editor para la novela.

Amistad y creación
La honestidad de Ginsberg hizo tambalear su amistad con Kerouac, pero estuvo lejos de derrumbarla: primero como anónimos aspirantes a escritores y luego como leyendas vivientes, mantuvieron una intensa relación por 25 años. La prueba acaba de ser publicada: el libro Jack Kerouac and Allen Ginsberg: The Letters recoge la correspondencia entre ambos desde 1944 hasta 1969. Son 180 cartas.

Aunque para el autor de Los subterráneos iban a ser otra cosa: “Algún día las cartas de Ginsberg y Kerouac harán llorar a los americanos”, le escribió a Lawrence Ferlinghetti.

Amigos desde 1943, cuando se conocieron en Nueva York, Ginsberg y Kerouac tuvieron desacuerdos, se alejaron, pero siempre hicieron las pases. Luego de haber dudado de En el camino, Ginsberg tuvo que reconocer que le había copiado su sistema de escritura: “Te robé”, le informó en una carta de 1955, donde decía que había escrito un poema muy personal, plagado de sexo y referencias privadas: “El aullido”.

Seis años antes, cuando todavía iba por la carretera con Neal Cassidy, Kerouac le adelantaba el proyecto de En el camino: “Quiero escribir sobre nuestra loca generación y ponerla en el mapa y darle importancia y hacer que todo cambie”. Antes de lograrlo, él mismo cambiaría radicalmente: “No quiero hacer nada nunca más, nada de escritura, nada de sexo, nada, pretendo abandonar toda la maldad rebosante de la vida”, le informaba a Ginsberg en 1954, cuando se convertía al budismo. Exageraba.

En 1956, Ginsberg le contaba que había enviado copias de “El aullido” a T.S. Eliot, Ezra Pound y William Faulkner. “También les escribí de ti”, le decía. No sabía que su amigo aborrecería la fama. Después del éxito que obtuvo En el camino, Kerouac le diría a Ginsberg: “Este edulcorado estiércol me está matando. Tengo que escapar o morir”. Y añadía: “No quiero hablar ni ver a nadie”.

A Ginsberg, en cambio, le sentaba bien la fama. Le gustaba ser un ícono de la contracultura americana. Después de años deprimido, en 1963 le escribía a Kerouac: “Todo está bien ahora. Me limpié con ‘El aullido’”. Jack, en cambio, detestaba todo lo que habían producido los beat: “Nuestras mentes han sido completamente arrasadas”, le decía. Iban en caminos opuestos. Hablaban lenguajes diferentes. Se alejaban. “¿Me amarás alguna vez?”, le preguntaría Ginsberg en una de las últimas cartas. Kerouac ya no respondería.

Fuente: La República.

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