sábado, 10 de julio de 2010

Neobarroco a la peruana. Por Paul Guillén

Uno de los sistemas de la poesía peruana contemporánea que ha sido poco estudiado por la crítica literaria es sin duda un "neobarroco a la peruana" que en realidad no guarda muchas semejanzas con el neobarroco latinoamericano de por ejemplo Néstor Perlongher, Roberto Echavarren o José Kozer. Este "neobarroco a la peruana" tendría como antecedentes dentro del ámbito peruano a Martín Adán, a "Trilce" de César Vallejo y a Carlos Germán Belli, y dentro del ámbito internacional a José Lezama Lima. Si hubiera que rastrear esta historia tendríamos que pensar en los años 70's como un síntoma de agotamiento de la poética central de tipo coloquial o conversacional. Hay dos claros ejemplos de un pase del coloquialismo a un experimentalismo en la poesía de Juan Ramírez Ruiz y Enrique Verástegui. Ese desplazamiento se produce desde "Un par de vueltas por la realidad" hacia "Vida perpetua", y desde "En los extramuros del mundo" hacia "Monte de goce", que por fecha de escritura corresponde a los años 74-75. Entonces esta historia del "neobarroco a la peruana" habría que rastrearla por esos años de surgimiento de nuevos lenguajes. Aquí quiero referirme a José Morales Saravia -Cactáceas (1979) y Zancudas (1983)-; Vladimir Herrera -Del verano inculto (1980)-; Magdalena Chocano -Poesía a ciencia incierta (1983) y Estratagema en claroscuro (1986); Reynaldo Jiménez -Tatuajes (1980) y Eléctrico y despojo (1984)*-, este sería un primer momento de esta historia. La mayoría de estos libros fueron leídos como rarezas dentro de "la hegemonía de lo conversacional" imperante en esos años. En un segundo momento otros autores provenientes del coloquialismo van a empezar a escribrir una poesía marcadamente neobarroca, pienso en Mirko Lauer con Sobre vivir (1986); José Antonio Mazzotti con Señora de la noche (1998) y Róger Santiváñez con Eucaristía (2004). Esta historia del "neobarroco a la peruana" se va a completar con autores como José Pancorvo con Profeta el cielo (1997), Rafael Espinosa con Geometría (1998), Book de Laetitia Casta (2003) y El anticiclón del Pacífico Sur (2007), Frido Martín con Naufragios (2003), Alberto Valdivia con La región humana (2000) y Patología (2000), Rodolfo Ybarra con Ruptura de heje (2006), Pedro Favaron con Movimiento (2005) y Oeste oriental (2008), Salomón Valderrama con Amórfor (2008), Giancarlo Huapaya con Polisexual (2007), Mónica Belevan con poemas publicados en revistas y antologías desde el año 2003, entre otros.

Para ejemplificar estos pases del coloquialismo hacia el neobarroco citaré un poema de Luis Rebaza Soraluz de su libro Hipervivientes (1980). El libro está compuesto por tres apartados Introito, Población activa e Hipervivientes, hay una mezcla de sistemas por un lado el coloquialismo, por otro lado un lirismo de lenguaje irracional, y por otro lado y levemente un neobarroquismo. Hay un poema que claramente se instala en ese fraseo neobarroco:

La cumbia del toro
Su don ya no es estéril: su creación
la segura marcha en el abismo.
José Lezama Lima

Para Edgar O'Hara y Carlos López

Ya en el abismo y -mulo al fin-
olvida el caminar.
Piensa, y su conciencia
es menor a la física caída. Un sol
azucarado atardece en su cuello,
en el lomo curvo por los brazos
de un sueño, donde una joven cebra
es la exótica belleza; antídoto
al que recurre en el abismo.

Al tonto grito las aguas callan
y el cielo precipita una delgada
cortina. Su cuerpo se afila en duro alfeizar
de piedra. Y el agua hace eco al sonido
de cascos estropeando el desfile
lavado por la lluvia. Como reloj solar,
una sombra parece aproximarse
al punto medio. Esforzado el paso del hombre
sobre el río, más al filo del mulo,
más ancho el cuerpo y el abismo.

El hombre al otro lado y el mulo
pensante en dirección contraria.
¿Pero, cuál retrocede? ¿Cuál avanza?
Qué levanta su pata delantera
¿Una esfera de cébridos países?
El musgo que la piedra fabrica
y el torso de una hembra se confunden
en la mente del mulo.

Un toro furioso galopa tristemente
en todo apagado mulo,
un toro escribe el círculo
que desciende su peso iluminado
en el abismo. De dos mundos
consta el universo; la muerte
de un pie en el aire. De una venda
en los ojos consta cada noche,
el sueño previo al nacer es un mulo
ciego al borde del abismo.

Lento, en su paso tenso,
inmoviliza el mundo.
A cada paso suyo el río crece
en la tarde y la escritura es hiedra
que aumenta el rastro dejado
por la lluvia. Piensa.
Tan solo como sólido,
en sus acciones sucede
del seso al paso. Ha vuelto
el caso en un eco de sismo
y su grito la creación parece.

La lluvia descubre las fisuras,
lava los ojos circulares
del mulo osado y gritando
su fuerza taurina contra el viento.

La ciencia es vana al mulo
que mastica un libro y sopla una flauta
en su garganta. Y el toro embiste. Piensa;
y su conciencia responde al movimiento.
Es el paso seguro, es el ritmo moral
que hacia el frente dirige en el filo
empinado. Y cae un hombre

junto al otro que el mulo ha soltado
hace tiempo en el abismo.
A la caída, otra luz de razón
ilumina al mulo perdido en el borde,
mientras su creación de un mundo
aumenta en otro grito
la noche de un abismo.

En perspectiva esta historia del "neobarroco a la peruana" tendría que analizarse prestando atención a las especificidades y métodos de composición de cada poeta, porque -y ahora si como el neobarroco latinoamericano- este "neobarroco a la peruana": "ha ido incorporando otros gustos de moda y, es lo más remarcable, otros gestos de estilo hasta hacerse casi irreconocible canónicamente"**.

Notas
* Habría que hacer la salvedad que Reynaldo Jiménez si guarda estrechas semejanzas con el neobarroco latinoamericano. Como sabemos él vive desde muy joven en Buenos Aires (Argentina) y fue incluido en una de las mejores antologías del neobarroco, me refiero a "Medusario" de Kozer, Echavarren y Sefamí.
** Pedro Granados. "De lo neobarroco en el Perú". Identidades, número 64. Lima, julio de 2004.

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