Creí, por cómo se venían dando las cosas, que a MVLL jamás le darían el nobel de literatura. No sé si MVLL se habría resignado a no ganarlo, pero lo que sí sé es que yo me había resignado a no verlo ganar, a pesar que desde mi experiencia literaria, breve y fragmentada, desde que lo conociera, creí que merecía ganarlo. En realidad mi resignación no era más que una estrategia vital que me permitía soportar la mezquindad del jurado del premio nobel.
Tal es así que esta vez, justo esta vez, no he estado al tanto de los resultados del nobel; y esta vez, justo esta vez, es cuando se lo gana. Ironías de la vida. Recuerdo que en Puerto Rico, cuando argumentaba que MVLL se merecía el nobel de literatura, la mayoría (tal como también sucede en el Perú) argumentaba que no, porque el hombre era (neo)liberal, o porque había renunciado a la izquierda, o porque era de clase alta, o porque le había propinado un puñetazo al nobel colombiano, etc. Todos los argumentos expuestos tenían un matiz común: eran argumentos extraliterarios. Y claro, el que fuera eternamente nominado al nobel de literatura y el que eternamente no se lo (conce)dieran, operaba como un certero espaldarazo pro argumentos extraliterarios, mientras a mí me provocaba un sentimiento de frustración e impotencia: si por mí fuera le doy el nobel sin pensarlo dos veces. Pero no, yo no existo , en absoluto, para la maquinaria operativa del nobel; por lo que no me restaba más que mascullar a solas el deseo de ver un día en todos los noticieros del mundo la noticia: MVLL gana el premio nobel de literatura.
No discuto si es la mejor noticia que han tenido los peruanos en muchísimos años, pero sí confieso que es la noticia que ha suscitado en mí una alegría tan infinita como la tristeza que me causó la noticia del fallecimiento de José Watanabe. Para mí es una noticia sin parangón, una noticia que creí jamás escucharían mis oídos. Nunca deseé tanto, nunca defendí tanto y con tanta pasión un bien para otro como me ha sucedido con el premio nobel de literatura para MVLL. ¿Por qué?: porque simplemente lo admiro, desde las calles de su mundo literario, desde ese mundo ficcional, desde ese mundo que me ha dado tanto. La literatura es la literatura, y punto. Eh ahí el sustento de mi admiración incondicional, desinteresada. Eh ahí el impacto de Los cachorros (y Los jefes) en mi juventud, y para siempre. De ahí que si MVLL esto, que si MVLL lo otro, poco importaba después de que MVLL había calado en mi vida desde sus avenidas literarias. La literatura es la literatura, y punto. De ahí quizá que jamás he podido negarle, y mis allegados lo saben, la trascendencia literaria de MVLL. De ahí que los argumentos extraliterarios no operaron en mí como elementos de apantallamiento, como elementos de (pre)juicio trasnochado que no hacen sino legitimar la otrora eterna negación del nobel de literatura a MVLL. Qué importa (es un decir) el MVLL político, el MVLL pensador, si con el MVLL literato es más que suficiente (y justo) para evitar ningunearle el nobel de literatura.
Mi admiración por MVLL ha sido tal, que es uno de los tres o cuatro seres que admiro. Creo, que por fin el jurado del nobel o dejó de lado los criterios extraliterarios o bien los ha aceptado (masticado) para concederle el nobel de literatura a uno de los mejores y más prolijos escritores del mundo (no sólo del Perú). Al fin, después de más de dos décadas, el jurado del nobel ha hecho justicia. Al fin el premio nobel ha borrado de su lista de omisiones históricas una omisión que desde ya lo perseguía como una sombra. Esta vez, como pocas veces sucede, el premio nobel, como ya otros lo han expresado, se ha premiado como nunca así mismo. Pero, al fin, este otro cholo universal ha conseguido el premio literario universal por antonomasia, premio que no legitima la calidad literaria de MVLL, sino que simplemente le hace justicia; lo pone en la vitrina del mundo entero, en los más insospechados escaparates de difusión literaria. Al fin, sí, al fin, aquel escritor que despierta pasiones polarizadas y diversas, no consensuales como tantos quisieran, ha recibido el nobel de literatura. Sí, al fin; luego de tan larga espera; al fin de una espera, que en mi caso procuraba olvidar por injusta. ¿Qué dirán ahora los que rogaban que no le dieran el premio nobel de literatura a MVLL? : unos, olvidando el pasado, se subirán al tren llamado MVLL a celebrar; otros, por aquello de no torcer el brazo, persistirán estacionados en sus prejuicios extraliterarios; otros, estacionados en el desdén y/o en la mezquindad, dirán que da igual, que no es para tanto… y un par, sólo un par, estacionados sobre la literatura misma, convencidos de su propia exégesis literaria, sentenciarán que la obra de MVLL no merece tanto.
El día domingo, 27 de julio de 2008, asistí a la 13º Feria Internacional del Libro de Lima, donde se presentaba MVLL. Sólo fui por verlo, en persona. Como un fan enamorado, como un niño a empujones me procuré un lugar cerca de él. Claro, me hubiera gustado tocarlo, pero no me fue posible por la turba de gente que ostentaba lo mismo que yo. Así que me contenté con estar a cinco metros de distancia. Como le comenté a mi esposa, quien me acompañaba, yo quería ir a la feria con el sólo fin de poder ver en persona al escritor peruano que más admiro, al escritor peruano que cada año a año le niegan lo que hace más de dos décadas debieron darle: el premio nobel de literatura. Recuerdo que bromeaba (pues me había resignado a que MVLL nunca ganara el nobel) que me iba a la feria a conocer al futuro premio nobel de literatura. Recuerdo que haciendo mañas levantaba mi cámara por sobre las cabezas de los que estaban en mi delante para poder tomarle una foto, pero nada. Para lograrlo no se me ocurrió mejor idea que propinarle un empujón a la señora que delante de mí se desvivía por lograr ver a su héroe. El empujón fue tal que la señora pego un grito que hizo que todos hicieran silencio. Entonces pude ver que MVLL se puso a buscar con la mirada el lugar del tumulto, y entonces fue que sucedió el milagro: MVLL, sí, MVLL posó su mirada, clavo sus ojos (por uno o dos segundos) directamente en los míos. Durante ese par de segundos no hice sino abrir exageradamente los ojos si como si con ello intentara retener su mirada, y prolongar aquel par de segundos al infinito. Durante el recorrido de la feria no hice más que torturar a mi esposa con mi letanía: ¡MVLL me miró a los ojos! Y me desvivía por hacerla comprender lo extremadamente importante que había sido para mí esa mirada. La feria, fue inevitable que no se redujera a aquel breve suceso. Tal es así que no veía la hora de llegar a casa y sentarme a escribir un artículo al que titularía El día que Mario Vargas Llosa me miró a los ojos, y que pronto colgaría en mi blog. El artículo, por gajes de la esclavitud moderna, si bien lo empecé, jamás lo acabé de escribir, y por supuesto, jamás lo publiqué en mi blog. El que MVLL, uno de los más grandes escritores peruanos, me hubiera mirado por un par de segundos, fue, simplemente algo increíble; el que ese par de ojos, que atestiguaron el nacimiento de grandiosos mundos literarios como Los Cachorros, Conversación en la catedral, La Fiesta del Chivo, se hubieran posado sobre mi casi inadvertida humanidad, aunque sólo sea por un par de segundos, fue simplemente un milagro, un honor infinitamente inmerecido e impagable. Aunque honor a la verdad, sino hubiera sido por la llegada del nobel de literatura al Perú o a MVLL que es lo mismo, El día que MVLL me miró a los ojos quizá jamás hubiera salido del anonimato; pues la llegada del nobel de literatura al Perú o a MVLL, que es lo mismo, ha hecho posible que yo sacara tiempo del tiempo que hace tiempo no tengo para al fin terminar de escribirlo, claro, aunque de modo distinto. Son, si la memoria no me traiciona, además de mi esposa, los poetas Ricardo Ayllón (Chimbote) y Antonio Escobar (Guadalupe), los únicos testigos de la existencia de esta anécdota; es a quienes habría contado sobre la existencia del no nato artículo; desde una perspectiva actual, pareciera que en su momento sembré testigos a priori, como si sospechara que un día sucedería algo que haría poco creíble el que mi anécdota elevada a categoría de mito es producto de mi admiración y no del arribismo; sólo espero que mis tres circunstanciales testigos corroboren mi historia.
No me avergüenza decirlo, con Los cachorros me sucedió lo que me sucedió con Trilce; no los entendía un carajo. Es más, a ambos textos los abandoné casi de inmediato, la primera vez que intenté leerlos. Pero menos mal que no los abandoné del todo. En mi interior se fraguaba una batalla bizantina entre dos argumentos que cada uno a su modo justificaban mi experiencia lectora negativa: (1) mi ego lacerado argüía que los textos eran simplemente malos, (2) mi conciencia argüía que mi nivel de lectura era simplemente pobre respecto al que ambos textos exigían. La supremacía de la segunda posibilidad sobre la primera, o de la conciencia sobre el ego, fue lo único que me permitió, a la larga, acceder a ambos mundos ficcionales y poder disfrutarlos, la segunda posibilidad me permitió comprender de una vez por todas que la literatura era infinitamente mucho más de lo que hasta ese momento había conocido. La literatura, desde entonces dimanó en un mar bullente y contradictorio, en un mar irreverente tanto en su forma como en su fondo.
Que si MVLL es de izquierda, de centro o derecha, que si es de abajo o de arriba, que si es del costado o es del medio, qué carajo importa. Pero claro, es humanamente entendible que hubieran preferido que el nobel de literatura peruano fuera de izquierda los izquierdistas, de derechas los derechistas, etc. Pero, la realidad ha sido simplemente dictadora, castrante, y ha decido que esta vez (en nombre de decenios futuros) el nobel de literatura recaiga sobre un MVLL decretado, casi unánimemente, neoliberal. Imagino lo infinitamente felices que han de estar por añadidura todos los neoliberales, incluidos los neoliberales que ni siquiera han leído a MVLL; como también imagino, lo infinitamente infelices que han de estar los izquierdistas, por ejemplo, incluidos los izquierdistas que no han leído a MVLL. Sí, porque en el Perú, opina hasta aquel que desconoce por completo el objeto que es materia de opinión; es decir, opina hasta el inopinado, lo cual es una contradicción, ¿no? Yo, me curo en salud, y confieso que mi opinión optimista y positiva sobre el depositario del permio nobel de literatura 2010, y por ende la felicidad coyuntural que me salpica, se sustenta en la breve parcela literaria que he leído del nobel peruano, cuando éste aún no era un nobel de literatura, aunque ya era peruano. Claro, decir, post premio nobel, que MVLL es un genial escritor, resulta simplemente conveniente, cuestión de supervivencia. Y no lo dudo, éstos florecerán por miles. Tanto, que llegará el día en que todos los peruanos, y por qué no el mundo entero, dirá lo genial escritor que es MVLL al margen de si lo han leído (algo, aunque sea) o no; es decir, inopinadamente repetirán que MVLL es un genial escritor porque simplemente la academia sueca así lo ha decretado. Sucederá algo parecido a lo que sucede con Cesar Vallejo: ¿quién es el mejor poeta del Perú?: Vallejo. ¿Has leído a Vallejo?: No. Increíble letanía, pero cuasi cierta. Es lamentable que la mayoría necesite para poder enorgullecerse de sus héroes, que estos, primero sean legitimados por alguien de y/o desde afuera, alguien a quien implícitamente consideran superior.
En fin, mi admiración infinita por MVLL no me priva confesar, para beneplácito de sus detractores, lo que hace un par de años dijera en algún blog: si algo no me gusta de MVLL es el título, sí, sólo el título de su penúltima novela: Travesuras de la niña mala. Algo malo debía decir sólo por aquello de aplacar un poco el dolor de los dolientes gratuitos que accedan a este texto celebratorio, a este texto admirativo.
MVLL, gracias por compartir conmigo tu universo ficcional; y sobre todo, gracias por gastar tus ojos, aunque sea un par de segundos, mirando a los míos.
Tal es así que esta vez, justo esta vez, no he estado al tanto de los resultados del nobel; y esta vez, justo esta vez, es cuando se lo gana. Ironías de la vida. Recuerdo que en Puerto Rico, cuando argumentaba que MVLL se merecía el nobel de literatura, la mayoría (tal como también sucede en el Perú) argumentaba que no, porque el hombre era (neo)liberal, o porque había renunciado a la izquierda, o porque era de clase alta, o porque le había propinado un puñetazo al nobel colombiano, etc. Todos los argumentos expuestos tenían un matiz común: eran argumentos extraliterarios. Y claro, el que fuera eternamente nominado al nobel de literatura y el que eternamente no se lo (conce)dieran, operaba como un certero espaldarazo pro argumentos extraliterarios, mientras a mí me provocaba un sentimiento de frustración e impotencia: si por mí fuera le doy el nobel sin pensarlo dos veces. Pero no, yo no existo , en absoluto, para la maquinaria operativa del nobel; por lo que no me restaba más que mascullar a solas el deseo de ver un día en todos los noticieros del mundo la noticia: MVLL gana el premio nobel de literatura.
No discuto si es la mejor noticia que han tenido los peruanos en muchísimos años, pero sí confieso que es la noticia que ha suscitado en mí una alegría tan infinita como la tristeza que me causó la noticia del fallecimiento de José Watanabe. Para mí es una noticia sin parangón, una noticia que creí jamás escucharían mis oídos. Nunca deseé tanto, nunca defendí tanto y con tanta pasión un bien para otro como me ha sucedido con el premio nobel de literatura para MVLL. ¿Por qué?: porque simplemente lo admiro, desde las calles de su mundo literario, desde ese mundo ficcional, desde ese mundo que me ha dado tanto. La literatura es la literatura, y punto. Eh ahí el sustento de mi admiración incondicional, desinteresada. Eh ahí el impacto de Los cachorros (y Los jefes) en mi juventud, y para siempre. De ahí que si MVLL esto, que si MVLL lo otro, poco importaba después de que MVLL había calado en mi vida desde sus avenidas literarias. La literatura es la literatura, y punto. De ahí quizá que jamás he podido negarle, y mis allegados lo saben, la trascendencia literaria de MVLL. De ahí que los argumentos extraliterarios no operaron en mí como elementos de apantallamiento, como elementos de (pre)juicio trasnochado que no hacen sino legitimar la otrora eterna negación del nobel de literatura a MVLL. Qué importa (es un decir) el MVLL político, el MVLL pensador, si con el MVLL literato es más que suficiente (y justo) para evitar ningunearle el nobel de literatura.
Mi admiración por MVLL ha sido tal, que es uno de los tres o cuatro seres que admiro. Creo, que por fin el jurado del nobel o dejó de lado los criterios extraliterarios o bien los ha aceptado (masticado) para concederle el nobel de literatura a uno de los mejores y más prolijos escritores del mundo (no sólo del Perú). Al fin, después de más de dos décadas, el jurado del nobel ha hecho justicia. Al fin el premio nobel ha borrado de su lista de omisiones históricas una omisión que desde ya lo perseguía como una sombra. Esta vez, como pocas veces sucede, el premio nobel, como ya otros lo han expresado, se ha premiado como nunca así mismo. Pero, al fin, este otro cholo universal ha conseguido el premio literario universal por antonomasia, premio que no legitima la calidad literaria de MVLL, sino que simplemente le hace justicia; lo pone en la vitrina del mundo entero, en los más insospechados escaparates de difusión literaria. Al fin, sí, al fin, aquel escritor que despierta pasiones polarizadas y diversas, no consensuales como tantos quisieran, ha recibido el nobel de literatura. Sí, al fin; luego de tan larga espera; al fin de una espera, que en mi caso procuraba olvidar por injusta. ¿Qué dirán ahora los que rogaban que no le dieran el premio nobel de literatura a MVLL? : unos, olvidando el pasado, se subirán al tren llamado MVLL a celebrar; otros, por aquello de no torcer el brazo, persistirán estacionados en sus prejuicios extraliterarios; otros, estacionados en el desdén y/o en la mezquindad, dirán que da igual, que no es para tanto… y un par, sólo un par, estacionados sobre la literatura misma, convencidos de su propia exégesis literaria, sentenciarán que la obra de MVLL no merece tanto.
El día domingo, 27 de julio de 2008, asistí a la 13º Feria Internacional del Libro de Lima, donde se presentaba MVLL. Sólo fui por verlo, en persona. Como un fan enamorado, como un niño a empujones me procuré un lugar cerca de él. Claro, me hubiera gustado tocarlo, pero no me fue posible por la turba de gente que ostentaba lo mismo que yo. Así que me contenté con estar a cinco metros de distancia. Como le comenté a mi esposa, quien me acompañaba, yo quería ir a la feria con el sólo fin de poder ver en persona al escritor peruano que más admiro, al escritor peruano que cada año a año le niegan lo que hace más de dos décadas debieron darle: el premio nobel de literatura. Recuerdo que bromeaba (pues me había resignado a que MVLL nunca ganara el nobel) que me iba a la feria a conocer al futuro premio nobel de literatura. Recuerdo que haciendo mañas levantaba mi cámara por sobre las cabezas de los que estaban en mi delante para poder tomarle una foto, pero nada. Para lograrlo no se me ocurrió mejor idea que propinarle un empujón a la señora que delante de mí se desvivía por lograr ver a su héroe. El empujón fue tal que la señora pego un grito que hizo que todos hicieran silencio. Entonces pude ver que MVLL se puso a buscar con la mirada el lugar del tumulto, y entonces fue que sucedió el milagro: MVLL, sí, MVLL posó su mirada, clavo sus ojos (por uno o dos segundos) directamente en los míos. Durante ese par de segundos no hice sino abrir exageradamente los ojos si como si con ello intentara retener su mirada, y prolongar aquel par de segundos al infinito. Durante el recorrido de la feria no hice más que torturar a mi esposa con mi letanía: ¡MVLL me miró a los ojos! Y me desvivía por hacerla comprender lo extremadamente importante que había sido para mí esa mirada. La feria, fue inevitable que no se redujera a aquel breve suceso. Tal es así que no veía la hora de llegar a casa y sentarme a escribir un artículo al que titularía El día que Mario Vargas Llosa me miró a los ojos, y que pronto colgaría en mi blog. El artículo, por gajes de la esclavitud moderna, si bien lo empecé, jamás lo acabé de escribir, y por supuesto, jamás lo publiqué en mi blog. El que MVLL, uno de los más grandes escritores peruanos, me hubiera mirado por un par de segundos, fue, simplemente algo increíble; el que ese par de ojos, que atestiguaron el nacimiento de grandiosos mundos literarios como Los Cachorros, Conversación en la catedral, La Fiesta del Chivo, se hubieran posado sobre mi casi inadvertida humanidad, aunque sólo sea por un par de segundos, fue simplemente un milagro, un honor infinitamente inmerecido e impagable. Aunque honor a la verdad, sino hubiera sido por la llegada del nobel de literatura al Perú o a MVLL que es lo mismo, El día que MVLL me miró a los ojos quizá jamás hubiera salido del anonimato; pues la llegada del nobel de literatura al Perú o a MVLL, que es lo mismo, ha hecho posible que yo sacara tiempo del tiempo que hace tiempo no tengo para al fin terminar de escribirlo, claro, aunque de modo distinto. Son, si la memoria no me traiciona, además de mi esposa, los poetas Ricardo Ayllón (Chimbote) y Antonio Escobar (Guadalupe), los únicos testigos de la existencia de esta anécdota; es a quienes habría contado sobre la existencia del no nato artículo; desde una perspectiva actual, pareciera que en su momento sembré testigos a priori, como si sospechara que un día sucedería algo que haría poco creíble el que mi anécdota elevada a categoría de mito es producto de mi admiración y no del arribismo; sólo espero que mis tres circunstanciales testigos corroboren mi historia.
No me avergüenza decirlo, con Los cachorros me sucedió lo que me sucedió con Trilce; no los entendía un carajo. Es más, a ambos textos los abandoné casi de inmediato, la primera vez que intenté leerlos. Pero menos mal que no los abandoné del todo. En mi interior se fraguaba una batalla bizantina entre dos argumentos que cada uno a su modo justificaban mi experiencia lectora negativa: (1) mi ego lacerado argüía que los textos eran simplemente malos, (2) mi conciencia argüía que mi nivel de lectura era simplemente pobre respecto al que ambos textos exigían. La supremacía de la segunda posibilidad sobre la primera, o de la conciencia sobre el ego, fue lo único que me permitió, a la larga, acceder a ambos mundos ficcionales y poder disfrutarlos, la segunda posibilidad me permitió comprender de una vez por todas que la literatura era infinitamente mucho más de lo que hasta ese momento había conocido. La literatura, desde entonces dimanó en un mar bullente y contradictorio, en un mar irreverente tanto en su forma como en su fondo.
Que si MVLL es de izquierda, de centro o derecha, que si es de abajo o de arriba, que si es del costado o es del medio, qué carajo importa. Pero claro, es humanamente entendible que hubieran preferido que el nobel de literatura peruano fuera de izquierda los izquierdistas, de derechas los derechistas, etc. Pero, la realidad ha sido simplemente dictadora, castrante, y ha decido que esta vez (en nombre de decenios futuros) el nobel de literatura recaiga sobre un MVLL decretado, casi unánimemente, neoliberal. Imagino lo infinitamente felices que han de estar por añadidura todos los neoliberales, incluidos los neoliberales que ni siquiera han leído a MVLL; como también imagino, lo infinitamente infelices que han de estar los izquierdistas, por ejemplo, incluidos los izquierdistas que no han leído a MVLL. Sí, porque en el Perú, opina hasta aquel que desconoce por completo el objeto que es materia de opinión; es decir, opina hasta el inopinado, lo cual es una contradicción, ¿no? Yo, me curo en salud, y confieso que mi opinión optimista y positiva sobre el depositario del permio nobel de literatura 2010, y por ende la felicidad coyuntural que me salpica, se sustenta en la breve parcela literaria que he leído del nobel peruano, cuando éste aún no era un nobel de literatura, aunque ya era peruano. Claro, decir, post premio nobel, que MVLL es un genial escritor, resulta simplemente conveniente, cuestión de supervivencia. Y no lo dudo, éstos florecerán por miles. Tanto, que llegará el día en que todos los peruanos, y por qué no el mundo entero, dirá lo genial escritor que es MVLL al margen de si lo han leído (algo, aunque sea) o no; es decir, inopinadamente repetirán que MVLL es un genial escritor porque simplemente la academia sueca así lo ha decretado. Sucederá algo parecido a lo que sucede con Cesar Vallejo: ¿quién es el mejor poeta del Perú?: Vallejo. ¿Has leído a Vallejo?: No. Increíble letanía, pero cuasi cierta. Es lamentable que la mayoría necesite para poder enorgullecerse de sus héroes, que estos, primero sean legitimados por alguien de y/o desde afuera, alguien a quien implícitamente consideran superior.
En fin, mi admiración infinita por MVLL no me priva confesar, para beneplácito de sus detractores, lo que hace un par de años dijera en algún blog: si algo no me gusta de MVLL es el título, sí, sólo el título de su penúltima novela: Travesuras de la niña mala. Algo malo debía decir sólo por aquello de aplacar un poco el dolor de los dolientes gratuitos que accedan a este texto celebratorio, a este texto admirativo.
MVLL, gracias por compartir conmigo tu universo ficcional; y sobre todo, gracias por gastar tus ojos, aunque sea un par de segundos, mirando a los míos.
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