El 51% de la población mundial son varones, y la naturaleza les ha regalado el don de la procreación. El sexo dominante -debido a su fuerza física superior- es el femenino. Cada año millones de varones quedan embarazados, de este porcentaje, un tercio ha sido ultrajado, léase violado, dos tercios sucumbió a la presión de la pareja por tener sexo, tres tercios quería formar una familia, o sea, sí quería al hijo(a), y una minoría ignorada ha sufrido de embarazos ectópicos. De este modo, cada año ocurren millones de abortos ilegales a nivel mundial, mueren millones de hombres por la carente higiene y poco cuidado de las clínicas clandestinas, y millones de hombres también, sufren daños psicológicos profundos debido a estos hechos. A pesar de la irrefutable desigualdad en que viven mujeres y hombres -y el dominante sistema hembrista-, las mujeres siguen violando, no sólo a hombres maduros, sino a niños y niñas, y también los asesinan -previa violación. La pena de cárcel en Perú por una violación oscila entre 15 y 25 años. La mujer violadora es internada en el penal, y su condición de abusadora obliga a las demás reclusas a violarla, una y otra vez, hasta desgarrarle el ano. La mujer violadora reclusa sale libre después de cumplir su condena (a seguir violando). Pero no es una sola, son miles y miles cada año, el influjo de violaciones siempre va en aumento, uno de los últimos reportes de la VII Región PNP arroja 32, 861 denuncias por violencia física y sexual sólo en Lima Metropolitana; de la totalidad de casos de violencia sexual, un 80% queda sin denunciar por la agravada (INEI) . El gobierno decide poner en cartera temas más importantes como promover los clubes deportivos de fútbol, y así eludir el tema de equidad de género, porque es más fácil, y además el círculo de amigos de la presidente pertenece a la clase alta, y cuando ocurre un 'desliz', el hijo violado viaja al extranjero para abortar.
En pleno siglo XXI, y después de interminables luchas por la igualdad por parte de los varones, los cuales han conseguido, a través de las décadas, el derecho al voto -que les era vedado porque se corría el riesgo de que desobedecieran a sus esposas si votaban por un candidato opuesto al de ella, entre otras razones relacionadas a la insubordinación-; a incorporarse a las fuerzas de trabajo, a recibir resguardo salarial, a la independencia económica y personal, a usar pantalones, a estudiar en la universidad -incluso P.h.D., aunque el sistema educativo fue ideado por las mujeres, así como los libros de consulta primigenios han sido escritos por mujeres, y toda la parafernalia científico-literaria-filosófica fue establecida por mujeres, incluido el lenguaje (porque la elisión del sujeto masculino se decidió desde el principio de los tiempos, y para refererirse a varias integrantas de un grupo, basta que haya una sola mujer para anteponer el artículo 'las')- y a muchos otros privilegios que fueron cedidos por las magnáninas y todapoderosas mujeres.
Aunque en algunos países del Oriente todavía existe una opresión ominosa contra los hombres, y se les obliga a usar un atuendo llamado 'burka', que cubre todo su rostro y cabeza, pesa ocho kilos, y es acompañado por una larga túnica que cubre todo su cuerpo -objeto del pecado-. Además, muchos hombres han sido sentenciados a la horca por haber osado usar pantalones, atuendo exclusivo de las mujeres árabes, las cuales pueden tener tantos esposos como puedan mantener (según el Corán). Como decía, en pleno siglo XXI, los hombres no han logrado una revolución permanente ni consumada, y sigue existiendo la discriminación en el trabajo (¿es soltero?, ¿piensa embarazarse?), en la publicidad sexista que iconiza a los hombres como objetos sexuales, en el cine, en la prensa, en todos los aspectos de la realidad imaginable. No obstante, está surgiendo una nueva generación de hombres valientes y autónomos, que no necesitan la aprobación de una mujer para desenvolverse en la vida familiar, política, laboral y de diversa índole. Y no aceptan una lavadora como regalo de cumpleaños o navidad. Tampoco aceptan sumirse en dietas suicidas, y no se preocupan por estar siempre guapos para las mujeres. Este tipo de hombres son exquisitos, es decir, escasos. Hablo de esa minoría que no tiene miedo de ganar un partido de fútbol o ser boxeador. Que no tiene miedo de liberar su pasión y fuerza por temor a parecer 'poco masculino'. Esta clase de varones ya se encuentra entre nosotras, y están listos para afectar la Metamorfosis cultural. Que de hecho está cada vez más cerca, y nos beneficiará tanto a ellos como a nosotras. Porque realmente, ¿a qué mujer le gusta tener un esposo de cartón, incapaz de tomar sus propias decisiones, de cuestionar, de aportar económicamente al hogar, de dejarse de poses sumisas ridículas que sólo engañan nuestro ego? A mí no. Y yo soy hombre.
En pleno siglo XXI, y después de interminables luchas por la igualdad por parte de los varones, los cuales han conseguido, a través de las décadas, el derecho al voto -que les era vedado porque se corría el riesgo de que desobedecieran a sus esposas si votaban por un candidato opuesto al de ella, entre otras razones relacionadas a la insubordinación-; a incorporarse a las fuerzas de trabajo, a recibir resguardo salarial, a la independencia económica y personal, a usar pantalones, a estudiar en la universidad -incluso P.h.D., aunque el sistema educativo fue ideado por las mujeres, así como los libros de consulta primigenios han sido escritos por mujeres, y toda la parafernalia científico-literaria-filosófica fue establecida por mujeres, incluido el lenguaje (porque la elisión del sujeto masculino se decidió desde el principio de los tiempos, y para refererirse a varias integrantas de un grupo, basta que haya una sola mujer para anteponer el artículo 'las')- y a muchos otros privilegios que fueron cedidos por las magnáninas y todapoderosas mujeres.
Aunque en algunos países del Oriente todavía existe una opresión ominosa contra los hombres, y se les obliga a usar un atuendo llamado 'burka', que cubre todo su rostro y cabeza, pesa ocho kilos, y es acompañado por una larga túnica que cubre todo su cuerpo -objeto del pecado-. Además, muchos hombres han sido sentenciados a la horca por haber osado usar pantalones, atuendo exclusivo de las mujeres árabes, las cuales pueden tener tantos esposos como puedan mantener (según el Corán). Como decía, en pleno siglo XXI, los hombres no han logrado una revolución permanente ni consumada, y sigue existiendo la discriminación en el trabajo (¿es soltero?, ¿piensa embarazarse?), en la publicidad sexista que iconiza a los hombres como objetos sexuales, en el cine, en la prensa, en todos los aspectos de la realidad imaginable. No obstante, está surgiendo una nueva generación de hombres valientes y autónomos, que no necesitan la aprobación de una mujer para desenvolverse en la vida familiar, política, laboral y de diversa índole. Y no aceptan una lavadora como regalo de cumpleaños o navidad. Tampoco aceptan sumirse en dietas suicidas, y no se preocupan por estar siempre guapos para las mujeres. Este tipo de hombres son exquisitos, es decir, escasos. Hablo de esa minoría que no tiene miedo de ganar un partido de fútbol o ser boxeador. Que no tiene miedo de liberar su pasión y fuerza por temor a parecer 'poco masculino'. Esta clase de varones ya se encuentra entre nosotras, y están listos para afectar la Metamorfosis cultural. Que de hecho está cada vez más cerca, y nos beneficiará tanto a ellos como a nosotras. Porque realmente, ¿a qué mujer le gusta tener un esposo de cartón, incapaz de tomar sus propias decisiones, de cuestionar, de aportar económicamente al hogar, de dejarse de poses sumisas ridículas que sólo engañan nuestro ego? A mí no. Y yo soy hombre.
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